lunes, 28 de mayo de 2018

LOS NEANDERTALES: REALIDAD Y FICCIÓN

CENTRO DE LA UNED DE BARBASTRO. CURSOS DE VERANO 2018 
EXPERIMENTAR PARA COMPRENDER: LOS NEANDERTALES*
Resumen sesiones
Ponente: 
Sergio Ripoll López. Profesor de Prehistoria. UNED.

*Con la colaboración del Parque Cultural del Río Vero
Las primeras noticias que tenemos sobre la existencia de los neandertales provienen de los descubrimientos de unos fósiles que aparecieron en 1829 en Engins (Bélgica) y otros en 1848 en Gibraltar, concretamente en la cantera de Forbes. A estos fósiles no se les adscribió a los neandertales hasta 1856 cuando se descubrieron los más famosos restos de esta especie y que da nombre a la misma, descubiertos por unos trabajos en una cantera del valle de Neander, cerca de Düsseldorf en Alemania. El descubrimiento se atribuye a Johann Karl Fuhlrott. Pero no fue hasta 1864 cuando William King adscribió estos hallazgos a una nueva especie humana. Homo Neanderthalensis.
Los orígenes de este espécimen humano, según se cree a día de hoy hay que buscarlo en las primeras migraciones de Homo erectus que salieron de África y que se establecieron en el continente europeo. En la glaciación de Mindel, hace unos 350.000 años el frío se intensificó y las poblaciones de Homo erectus/ergaster que habitaban Europa y se conocían como Homo heilderbergensis buscaron refugio en las penínsulas del sur del continente. Al aislarse y aclimatarse a las nuevas zonas, fueron especializándose y evolucionando hasta adquirir los rasgos propios que caracterizan a los Neandertales. Esto ya se había producido en torno a los 230.000 ó 200.000 años, pues los restos hallados con anterioridad, es decir y a modo de ejemplo, el cráneo hallado en Steinheim (250.000 años) todavía se le podría denominar preneandertal o Homo heilderbergensis evolucionado. Por su parte su completa desaparición como especie se data en torno a los 28.000 años. Siendo en el sur de la Península Ibérica donde se han localizado los restos de Neandertal más modernos y por tanto los últimos habitantes de esta especie.
Por lo que respecta a su anatomía debemos indicar que presentaban un cráneo amplio y alargado, su estatura era baja, aproximadamente 1,65 metros y su complexión corporal era robusta, si la comparamos con el Hombre anatómicamente moderno. Sus fosas nasales eran amplias y prominentes, este rasgo puede señalar que era un ser especialmente adaptado a climas fríos. Su caja torácica también era amplia. Su esqueleto robusto le permitía tener unos músculos mucho más poderosos que los del hombre moderno y sus piernas estaban algo curvadas en comparación con las nuestras. Además, poseían un cerebro con una capacidad craneana superior a la humanidad actual, estaba por encima de los 1500 centímetros cúbicos de media. Su frente era huidiza, el torus supraorbitario estaba fuertemente marcado, su cara presentaba un prognatismo mediofacial, con ausencia de mentón.
Pero además de estos rasgos físicos que lo diferenciaban del Hombre anatómicamente moderno, también tenía otras cualidades que lo hacían más humano, es decir, que presentaba una capacidad para desarrollar herramientas, tal y como es la cultura musteriense o la chatelperroniense, así como se cree que era capaz de tener un lenguaje propio y articulado y fue capaz de dar sepultura a sus muertos o realizar manifestaciones artísticas. Todos estos últimos rasgos y sobre los que volveremos más adelante son los que nos interesan a nosotros y son decisivos para nuestro análisis.
Desde su descubrimiento como especie, la visión de nuestros congéneres ha variado mucho. Al principio, con una visión antropocéntrica, que no admitía más humanidad que la que fuera semejante a nosotros, se le representaba como primates. Sin embargo, en las últimas décadas este concepto ha cambiado rotundamente.

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