CATÁLOGO DE YACIMIENTOS DE TERUEL (210-211), por Manuel Bea Martínez (Coordinador)
*Editado por el Departamento de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de Aragón
HISTORIA
El conjunto rupestre fue descubierto por Pérez Temprado en 1917, quien realizaría un primer estudio junto a Cabré, momento en el que se confeccionaron los primeros calcos de las representaciones (Cabré y Pérez Temprado 1921), si bien serían modificados con posterioridad por Vallespí (1952), para ser objeto de análisis por parte de Beltrán (1954) y ser nuevamente analizados y comentados en la obra de síntesis sobre prehistoria del Bajo Aragón dirigida por Almagro (Almagro; Beltrán y Ripoll 1956).
En 1954 ya se apuntaba la pérdida progresiva de este conjunto comparando el estado de conservación de las pinturas en ese momento y en 1921. Las representaciones habían sufrido un proceso de degradación importante debido, sobre todo, a los intentos de arrancar la figura central y las de la parte izquierda (Beltrán 1954: 189).
Hoy en día, las pinturas se han perdido indefectiblemente, y de ellas tan sólo se conservan los calcos de Cabré y Pérez Temprado (1921) y de Vallespí (1952), así como alguna fotografía antigua como únicos testimonios de esta estación rupestre (Beltrán 1968). Sin embargo, la importancia de este conjunto radica no sólo en sus interesantes representaciones pictóricas, sino también en el yacimiento arqueológico situado en sus inmediaciones.
Hoy en día, las pinturas se han perdido indefectiblemente, y de ellas tan sólo se conservan los calcos de Cabré y Pérez Temprado (1921) y de Vallespí (1952), así como alguna fotografía antigua como únicos testimonios de esta estación rupestre (Beltrán 1968). Sin embargo, la importancia de este conjunto radica no sólo en sus interesantes representaciones pictóricas, sino también en el yacimiento arqueológico situado en sus inmediaciones.
Así, la relativa riqueza arqueológica en los alrededores de la estación levantina a la que alude Utrilla (1986-1987: 334) descansa en la presencia de diversos lugares con restos prehistóricos (lascado de sílex y cerámica), y en la existencia de un abrigo en el que se realizó un sondeo que entregó interesantes piezas líticas. En 1986 se acomete la primera campaña de excavación en el abrigo de El Secans bajo la dirección de J. M.ª Rodanés, cuyos resultados preliminares se publican en un interesante artículo dos años después (Rodanés 1987-1988). Pasarán diez años desde el inicio de los trabajos de campo, hasta que se publique la monografía del yacimiento en la que se definen cuatro niveles, uno de ellos (el nivel II) subdividido a su vez en subniveles.
LOCALIZACIÓN
El conjunto se localiza a unos dos kilómetros del núcleo turolense de Mazaleón, en la orilla izquierda de un meandro formado por el río Matarraña al que desemboca un pequeño barranco en el que se abre el covacho decorado no muy lejos de la carretera. El abrigo cuenta con unas dimensiones que sobrepasan los 8 metros de longitud, siendo la zona central del mismo la elegida para la confección de las pinturas.
El conjunto se localiza a unos dos kilómetros del núcleo turolense de Mazaleón, en la orilla izquierda de un meandro formado por el río Matarraña al que desemboca un pequeño barranco en el que se abre el covacho decorado no muy lejos de la carretera. El abrigo cuenta con unas dimensiones que sobrepasan los 8 metros de longitud, siendo la zona central del mismo la elegida para la confección de las pinturas.
DESCRIPCIÓN
El conjunto rupestre estaba compuesto tan sólo por cuatro representaciones, tres figuras humanas y una incompleta de un cuadrúpedo indeterminado todas ellas de coloración rojo, si bien varían ligeramente las tonalidades.
La figura central del abrigo se corresponde con la de un hombre en actitud dinámica, marchando hacia la izquierda con las piernas abiertas en un ángulo recto. Responde a las convenciones clásicas del arquetipo levantino: cabeza piriforme, con melena recogida por una diadema, cuerpo triangular que se estrecha progresivamente, piernas de tendencia más naturalista apreciándose perfectamente unos pantalones cortos o zaragüelles que le visten hasta mitad de los muslos terminando en unas graciosas puntas que se repiten a la altura de las rodillas. Ambos brazos fueron representados en la misma disposición, flexionados por el codo describiendo un ángulo superior a los 45º. El más adelantado sujeta una serie de trazos lineares que deben corresponderse con el arco y un haz de flechas.
A escasos centímetros a la izquierda de esta figura se representaron las otras dos representaciones humanas del abrigo. Aunque las dimensiones y la actitud de éstas difieren de la anterior, las convenciones estilísticas empleadas en su realización coinciden plenamente. El cuerpo triangular, piernas modeladas en las que se marcan los gemelos, cabeza globular ligeramente piriforme, disposición de los brazos así como el armamento que porta la figura más pequeña concuerdan con las convenciones definidas para la primera. Sin embargo, destacan las dimensiones notablemente más reducidas de estas dos, su actitud estática y la falta de pantalones cortos y adornos, lo que parece destacar precisamente el papel principal del arquero en movimiento, apareciendo los otros antropomorfos casi como espectadores.
A la derecha del arquero principal se aprecia un trazo de tendencia ovalada que se ensancha en el extremo izquierdo donde se representaron dos cortos trazos triangulares. A diferencia de estos últimos, en los que se rellenó con pigmento el interior, la figura oval tan sólo fue silueteada.
Los materiales aportados y la secuencia estratigráfica del yacimiento reflejarían el momento de transición Epipaleolítico/Neolítico, encontrando paralelos cercanos en los abrigos de El Pontet, Costalena y Botiquería. La importancia de este asentamiento radica no sólo en la confirmación del proceso de neolitización de los grupos epipaleolíticos, observado con claridad en el Bajo Aragón, sino también en su cercanía a las pinturas rupestres levantinas, hoy desaparecidas del mismo nombre.
La figura central del abrigo se corresponde con la de un hombre en actitud dinámica, marchando hacia la izquierda con las piernas abiertas en un ángulo recto. Responde a las convenciones clásicas del arquetipo levantino: cabeza piriforme, con melena recogida por una diadema, cuerpo triangular que se estrecha progresivamente, piernas de tendencia más naturalista apreciándose perfectamente unos pantalones cortos o zaragüelles que le visten hasta mitad de los muslos terminando en unas graciosas puntas que se repiten a la altura de las rodillas. Ambos brazos fueron representados en la misma disposición, flexionados por el codo describiendo un ángulo superior a los 45º. El más adelantado sujeta una serie de trazos lineares que deben corresponderse con el arco y un haz de flechas.
A escasos centímetros a la izquierda de esta figura se representaron las otras dos representaciones humanas del abrigo. Aunque las dimensiones y la actitud de éstas difieren de la anterior, las convenciones estilísticas empleadas en su realización coinciden plenamente. El cuerpo triangular, piernas modeladas en las que se marcan los gemelos, cabeza globular ligeramente piriforme, disposición de los brazos así como el armamento que porta la figura más pequeña concuerdan con las convenciones definidas para la primera. Sin embargo, destacan las dimensiones notablemente más reducidas de estas dos, su actitud estática y la falta de pantalones cortos y adornos, lo que parece destacar precisamente el papel principal del arquero en movimiento, apareciendo los otros antropomorfos casi como espectadores.
A la derecha del arquero principal se aprecia un trazo de tendencia ovalada que se ensancha en el extremo izquierdo donde se representaron dos cortos trazos triangulares. A diferencia de estos últimos, en los que se rellenó con pigmento el interior, la figura oval tan sólo fue silueteada.
Los materiales aportados y la secuencia estratigráfica del yacimiento reflejarían el momento de transición Epipaleolítico/Neolítico, encontrando paralelos cercanos en los abrigos de El Pontet, Costalena y Botiquería. La importancia de este asentamiento radica no sólo en la confirmación del proceso de neolitización de los grupos epipaleolíticos, observado con claridad en el Bajo Aragón, sino también en su cercanía a las pinturas rupestres levantinas, hoy desaparecidas del mismo nombre.
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