CURSO SOLUTRENSE: ENMANGUE DE PUNTAS DE ALETAS Y PEDÚNCULO EN ASTILES DE FLECHA
Belén Márquez Mora. Arqueóloga, Museo Arqueológico Regional de Madrid.
Belén Márquez Mora. Arqueóloga, Museo Arqueológico Regional de Madrid.
La presencia de puntas de pedúnculo y aletas se remonta a un momento del
Paleolítico Superior en el que no hay constancia del uso del arco, el
Solutrense. En ese momento sí que lo hay de la utilización de propulsores, para
los cuales, las puntas se montan en una jabalina más larga que una flecha para
arco.
La morfología de las puntas de pedúnculo y aletas solutrenses es similar a
la de puntas del Neolítico, Calcolítico, Edad del Bronce y posteriores. Éstas,
más recientes, son sin duda utilizadas como punta para flecha de arco. Pero
¿cuándo aparece el arco?:
No lo sabemos con seguridad, ya que, si es posible lanzar
puntas solutrenses montadas en flechas para arco, no contamos con evidencias
directas e incontestables en el registro arqueológico que prueben su uso como
tal hasta el Mesolítico.
Antes de ese momento, han aparecido arcos en Manheim y
Stellmoor, ambos en Alemania. Sin embargo, aquí las fechas no son fiables. Las dataciones con las que se cuenta para Manheim son 17.737 ± 165 cal BP ó 15.737 ± 165
cal BC. Es decir, a comienzos del periodo magdaleniense. Es un pequeño arco realizado en pino (Pinus sylvestris)
de 37 cm de largo y con
un diámetro que varía entre 2 y 2,3
cm (Rosendhal et al 2006)(ver fotografía
adjunta).
El de Stellmoor, por su parte, está
fechado entre 12.680-11.590 cal BP (Magdaleniense final). La desaparición de todo el
conjunto de Stellmoor durante la 2ª Guerra Mundial hace que no se hayan podido
repetir las dataciones con métodos modernos. Al igual que el anterior, el arco estaba realizado
en pino (Pinus sylvestris). Además, se recuperaron más de 100 astiles de flecha
compuestas de dos partes: fuste (70
cm aprox) y antefuste (19-20 cm ) (Rust 1943). Las
puntas que se insertaban en los astiles eran las denominadas como puntas pedunculadas ahrenbourgenses.
El arco de Holmegaard (ver fotografía adjunta), de Dinamarca, data sin
lugar a duda de la transición mesolítico-neolítico inicial (ca 8000 cal BP).
Este estaba realizado en olmo (Ulmus
glabra). También aparecen astiles de flecha con microlitos en los laterales
realizados con madera de Viburnum opulus (mundillo) (Clark, 1963;
Rausing, 1967).
Un último arco en contexto arqueológico destacable, es el de Tybrind Vig,
también en Dinamarca, fechado en el Mesolítico final (4600-3200 BC). Aquí,
además de un arco en madera de Ulmus sp., y restos de otros 20, aparece una
punta de madera con punta redonda (Larsson, 1983; Andersen, 2013)
Aunque la fabricación del arco es, evidentemente, importante, y de gran
complejidad, ningún arquero, por
muy habilidoso que sea, puede disparar una mala flecha. Por el
contrario, un buen arquero sí puede disparar con un mal arco (Alrune, 2012).
La flecha ha de estar bien balanceada con el fin
de que vuele correctamente. Así, es importante en primer lugar la fabricación
del astil. En contextos arqueológicos se utilizan diversas maderas para tallar
los astiles. Una de ellas es la de viburno (p.e. Viburnum lantana, Viburnum opulus), en sus diversas variedades, que
produce vástagos flexibles, resistentes y bastante rectos. Las ramas de este
arbusto han de cortarse entre otoño e invierno. El representante arqueológico
más conocido que usó viburno para fabricar sus flechas fue Ötzi. Sus 12 flechas
están fabricadas con este material, y los antefustes en cornejo (Cornus mas).
Los ejemplos de astiles arqueológicos no son
excesivamente abundantes, pero en general presentan una longitud destacable,
llegando a medir, en el caso de Vinkel, alrededor de 1 m .
Madera y longitud de flechas arqueológicas (Modificado de Alrune et al, 2012).
Como no, además de con las escasas evidencias arqueológicas, contamos con
los paralelos etnográficos. Pueblos cazadores-recolectores, e incluso alguno en
el que la ganadería tiene cierta importancia, continúan fabricando sus flechas
para la caza (p.e. Bosquimanos). Una vez obtenido el vástago que deberá ser relativamente
recto, se acabará de enderezar, generalmente con ayuda del fuego. Una vez
enderezado, se finalizará mediante raspado, ya sea con la ayuda de un
instrumento tipo raspador, o muesca, o con la ayuda de una piedra abrasiva tipo
arenisca.
Los astiles para flecha son objetos valiosos en el sentido de que el coste
de su fabricación es alto, así una solución que se adopta desde tiempo
prehistóricos es la de la colocación de un antefuste. Se trata de una pieza más
corta de madera que se sitúa entre el astil principal y la flecha. De tal
manera, que si se rompe el antefuste, la pieza que habrá que sustituir será más
pequeña y fácil de reponer que el astil principal. Dicho antefuste se puede
fabricar en la misma madera que el fuste, o en otra distinta, como es el caso,
una vez más, de Ötzi.
Embotamiento del pedúnculo con arenisca. |
Fractura del astil tras un tiro experimental. |
Cajetin realizado con una lasca. |
Cajetín realizando un par de ranuras opuestas. |
En cuanto al tipo de resina que se podrá utilizar, tenemos evidencias en el
registro arqueológico de un uso muy temprano de la brea de corteza de abedul
(p.e. Cantera de Campitello, Italia, Pleistoceno Medio- Mazza et al 2006, o en Königsaue, Alemania, 80
ka, Koller et al 2001). Las flechas
de Otzi estaban enmangadas con brea de corteza de abedul.
El uso de este adhesivo implicaba un conocimiento profundo de una
tecnología compleja, ya que requiere en primer lugar el uso del fuego. La
corteza se ha de calentar en ambiente reductor (ausencia de oxígeno). El
control de la temperatura que no debe bajar de 340º ni sobrepasar los 420º es
también esencial. Conseguir el control de todas la variables con la tecnología
del paleolítico, es todo un hito.
Otro adhesivo frecuente es el que se obtiene ya en forma natural, como el
alquitrán. Es muy corriente su uso en los yacimientos del Paleolítico medio del
Próximo Oriente, como Umm-el-Tlel en Siria (Boeda et al 1996, 1998). Durante la larga secuencia del yacimiento se
vino utilizando este material como adhesivo.
En Israel se ha documentado el uso de ocre mezclado con materia adhesiva
vegetal para enmangar sus geométricos (Yacimiento neolítico de Gesher, Shaham et
al. 2010).
Se puede mezclar también la resina con cera de abeja
y carbón u ocre como aglutinante. La presencia de cera de abeja conseguirá que
el adhesivo se pueda trabajar mejor y no se vuelva quebradizo.
Por último, la posición de la punta de pedúnculo y
aletas es centrada en el astil, con el pedúnculo inserto en el cajetín
elaborado para dicho uso, como hemos comentado anteriormente, a contraveta.
Flechas de Otzi.
Presentan un pedúnculo muy largo que es el que se inserta en el cajetín (Brizzi
y Brizzi 2012).
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Una vez fijada la flecha al astil o antefuste con la resina, éste puede ser
reforzado con la ayuda de una ligadura que puede ser vegetal o animal (tendón o
tripa).
El emplumado, por último, tiene capital importancia a la hora de conseguir un
vuelo correcto de la flecha. Hay que tener en cuenta que para una misma flecha hay que usar plumas del mismo ala. Son adecuadas
las plumas de ganso, pavo o cisne. Aunque hay muchas otras que se
usan, por ejemplo las de grandes rapaces.
Esquema
de colocación de tres plumas.
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