martes, 5 de agosto de 2014

ELABORACIÓN DE PUNTAS DE FLECHA DE PEDÚNCULO Y ALETAS

CURSO SOLUTRENSE: “ELABORACIÓN DE PUNTAS DE FLECHA DE PEDÚNCULO Y ALETAS” 
Juan A. Marín de Espinosa Sánchez.  Sílex. Arqueología y Difusión del Patrimonio S.L.
La experimentación permite sentar las bases metodológicas para una correcta interpretación de los restos de las producciones líticas y las variantes técnicas que lo originaron (Pigeot 1991). La comprensión de su dinámica y reglas de funcionamiento viene dada a partir de su replicación experimental (Pelegrin 1984). 

La práctica experimental tiene como objetivo la interpretación mecánica de los procesos tecnológicos detectados y analizados en el registro arqueológico, individualizando atributos, desarrollando y exponiendo una hipótesis en la secuencia cultural del material lítico tallado, atendiendo a unos criterios de representatividad a nivel cuantitativo y cualitativo en la producción. 
Prácticas de elaboración de puntas solutrenses. Curso de verano 2014.
El estado actual de los conocimientos de las producciones líticas talladas ha de tenerse en cuenta a partir de las interpretaciones de los sistemas de talla fundamentados en el análisis del material arqueológico y la replicación bajo métodos y técnicas arqueo-coherentes seguidas por poblaciones prehistóricas, variando territorialmente en función de su interacción con el medio y las características geológicas del territorio en el que se establecen.
En la actualidad, el análisis de los conjuntos líticos tallados en Prehistoria se estructuran en tres grandes apartados: 
El análisis relativo al aprovisionamiento de las materias primas mediante análisis petrológicos y geomorfológicos, capaces de identificar la fuente de materia prima explotada. 
El método y la técnica de talla empleados en la confección de un útil, accesibles a través de la lectura tecnológica, donde el análisis tecnomorfológico y la analogía experimental juegan un papel fundamental para la identificación y reconocimiento de los estigmas en la producción. 
El análisis funcional de los útiles líticos con la observación de las huellas de uso, que pone en relieve la materia trabajada y el gesto en el desarrollo de la actividad ejercida. 


La punta de aletas y pedúnculo, carácteristicas. 
El análisis individualizado de los objetos que componen un conjunto lítico tallado y el establecimiento de una relación entre ellos, pone de manifiesto los procesos técnicos para la reconstrucción  de una cadena operativa.
El término de cadena operativa “chaîne operatoire” designa al conjunto de operaciones llevadas a cabo con el fin de transformar la materia prima en productos (Leroy-Gourhan 1965), y es resultado de la descomposición de los diferentes momentos de una actividad técnica. 


Carácteristicas del retoque. 

De este modo podemos establecer una secuencia ordenada de los pasos seguidos por las comunidades prehistóricas para la obtención de los útiles, su uso, abandono y posible reciclaje.  


El tratamiento térmico es una secuencia de la cadena operativa. 
En una cadena operativa se pueden distinguir  unas secuencias marcadas por un cambio de operación o de una técnica. Los factores complejos que intervienen en la realización de una cadena operativa son: 
La aplicación de un método como esquema conceptual dentro de una tradición técnica.
La madurez técnica del tallador para resolver los diversos problemas que surgen durante la talla como el caso de impurezas en la materia prima o accidentes de talla.
El hecho de documentar en el registro arqueológico diversas fases de la producción de un objeto lítico, puede dar lugar al establecimiento de esquemas operativos que permiten caracterizar un conjunto en términos tecnológicos. Por lo tanto, toda actividad técnica supone un significado social. Estamos frente al análisis de las actividades técnicas a través del estudio de las cadenas operativas. Mediante caracterización de los atributos técnicos de un conjunto lítico y la analogía experimental, se establece un diagnóstico de la técnica o la variabilidad técnica presente en un conjunto lítico. Los remontajes arqueológicos ponen en relieve la caracterización el reconocimiento de las cadenas operativas.
El análisis morfológico de un útil prehistórico parte de la segmentación de su longitud total mediante el empleo de una gráfica milimetrada que permite la localización de la extremidad proximal, parte mesial y extremidad distal. 
Análisis morfólogico de una punta solutrense.
El reconocimiento de los accidentes de talla sirve para una mejor comprensión de los gestos técnicos que caractericen a una técnica de talla concreta y el grado de conocimiento técnico del tallador. 
La determinación de la variedad de los útiles de talla seleccionados en el desarrollo de los programas experimentales por parte de arqueólogos, debe partir del estudio concreto de cada colección arqueológica. La aplicación de las técnicas y útiles de talla experimentales concretos parte del análisis del registro arqueológico y de los conjuntos de líticos tallados. 
Debido a que en la casi totalidad de los casos, los útiles de tallador no se documentan en los contextos de talleres, lugares de hábitats o registros funerarios. Las series experimentales de referencia han de ser realizas con posterioridad a una lectura tecnológica que ponga de manifiesto las características técnicas que se atribuyen a cada elemento y al conjunto en común. 
Curso de verano 2014. Los útiles del tallador. 
La lectura tecnológica del material lítico tallado y la identificación de los estigmas que caracterizan cada técnica es fruto de un largo proceso de aprendizaje fruto de la práctica experimental y el estudio del material arqueológico. Las programas experimentales sirven al arqueólogo para ampliar y dar una visión nueva a los conjuntos líticos tallados y establecer una hipótesis basada en datos empíricos que presenten un diagnóstico en las técnicas de talla a través de los resultados tecnométricos y morfológicos.
En este apartado es importante tener en cuenta la madurez técnica alcanzada por el experimentador. La complejidad técnica que muestran algunos conjuntos líticos tallados debe ser fruto e ir acompañada de una profunda reflexión y experiencia por parte de cada experimentador. Esta madurez tecnológica adquirida con el paso de los años y de la correcta práctica, debe estar fundamentada en una contrastación tecnométrica de los resultados obtenidos de los análisis de los conjuntos arqueológicos y las experimentaciones.  
La madurez técnica del tallador reflejada en esta pieza. Colungo 2009. 
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COUTIER L. 1946, Contribution à l'étude de l'action éolienne sur les galets, Bulletin de la Société préhistorique française. 1946, tome 43, nº 7-8, 229-230. 
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lunes, 4 de agosto de 2014

ENMANGUE DE PUNTAS DE ALETAS Y PEDÚNCULO EN ASTILES DE FLECHA

CURSO SOLUTRENSE: ENMANGUE DE PUNTAS DE ALETAS Y PEDÚNCULO EN ASTILES DE FLECHA
Belén Márquez Mora. Arqueóloga, Museo Arqueológico Regional de Madrid.
La presencia de puntas de pedúnculo y aletas se remonta a un momento del Paleolítico Superior en el que no hay constancia del uso del arco, el Solutrense. En ese momento sí que lo hay de la utilización de propulsores, para los cuales, las puntas se montan en una jabalina más larga que una flecha para arco.
La morfología de las puntas de pedúnculo y aletas solutrenses es similar a la de puntas del Neolítico, Calcolítico, Edad del Bronce y posteriores. Éstas, más recientes, son sin duda utilizadas como punta para flecha de arco. Pero ¿cuándo aparece el arco?:
No lo sabemos con seguridad, ya que, si es posible lanzar puntas solutrenses montadas en flechas para arco, no contamos con evidencias directas e incontestables en el registro arqueológico que prueben su uso como tal hasta el Mesolítico.
Antes de ese momento, han aparecido arcos en Manheim y Stellmoor, ambos en Alemania. Sin embargo, aquí las fechas no son fiables.  Las dataciones con las que se cuenta para  Manheim son 17.737 ± 165 cal BP ó 15.737 ± 165 cal BC. Es decir, a comienzos del periodo magdaleniense. Es un pequeño arco realizado en pino (Pinus sylvestris) de 37 cm de largo y con un diámetro que varía entre 2 y 2,3 cm (Rosendhal et al 2006)(ver fotografía adjunta).



El de Stellmoor, por su parte, está fechado entre 12.680-11.590 cal BP (Magdaleniense final). La desaparición de todo el conjunto de Stellmoor durante la 2ª Guerra Mundial hace que no se hayan podido repetir las dataciones con métodos modernos.  Al igual que el anterior, el arco estaba realizado en pino (Pinus sylvestris). Además, se recuperaron más de 100 astiles de flecha compuestas de dos partes: fuste (70 cm aprox) y antefuste (19-20 cm) (Rust 1943). Las puntas que se insertaban en los astiles eran las denominadas como puntas pedunculadas ahrenbourgenses.
El arco de Holmegaard (ver fotografía adjunta), de Dinamarca, data sin lugar a duda de la transición mesolítico-neolítico inicial (ca 8000 cal BP). Este estaba realizado en olmo  (Ulmus glabra). También aparecen astiles de flecha con microlitos en los laterales realizados con madera de Viburnum opulus (mundillo) (Clark, 1963; Rausing, 1967).  



Un último arco en contexto arqueológico destacable, es el de Tybrind Vig, también en Dinamarca, fechado en el Mesolítico final (4600-3200 BC). Aquí, además de un arco en madera de Ulmus sp., y restos de otros 20, aparece una punta de madera con punta redonda (Larsson, 1983; Andersen, 2013)
Aunque la fabricación del arco es, evidentemente, importante, y de gran complejidad, ningún arquero, por muy habilidoso que sea, puede disparar una mala flecha. Por el contrario, un buen arquero sí puede disparar con un mal arco (Alrune, 2012).
La flecha ha de estar bien balanceada con el fin de que vuele correctamente. Así, es importante en primer lugar la fabricación del astil. En contextos arqueológicos se utilizan diversas maderas para tallar los astiles. Una de ellas es la de viburno (p.e. Viburnum lantana, Viburnum opulus), en sus diversas variedades, que produce vástagos flexibles, resistentes y bastante rectos. Las ramas de este arbusto han de cortarse entre otoño e invierno. El representante arqueológico más conocido que usó viburno para fabricar sus flechas fue Ötzi. Sus 12 flechas están fabricadas con este material, y los antefustes en cornejo (Cornus mas).
Los ejemplos de astiles arqueológicos no son excesivamente abundantes, pero en general presentan una longitud destacable, llegando a medir, en el caso de Vinkel, alrededor de 1 m.

Localidad
Fecha
Madera
Longitud
Stellmoor
8800 BC
Pino
Ca. 83.5-98 cm
Loshult
7500 BC
Pino
92 cm
Holmegaard
6500 BC
Pino+viburno+abedul
Más de 86 cm
Vinkel
6000 BC
Pino
102 cm
Förstermoor
Ca 5000 BC
Corno
Más de 74,5 cm
Thayngen/Weier
3820-3584 BC
Viburno
Ca. 68 cm
Ötzi
3400-3200 BC
Viburno+cornejo
84-87 cm.
Madera y longitud de flechas arqueológicas (Modificado de Alrune et al, 2012).
Como no, además de con las escasas evidencias arqueológicas, contamos con los paralelos etnográficos. Pueblos cazadores-recolectores, e incluso alguno en el que la ganadería tiene cierta importancia, continúan fabricando sus flechas para la caza (p.e. Bosquimanos). Una vez obtenido el vástago que deberá ser relativamente recto, se acabará de enderezar, generalmente con ayuda del fuego. Una vez enderezado, se finalizará mediante raspado, ya sea con la ayuda de un instrumento tipo raspador, o muesca, o con la ayuda de una piedra abrasiva tipo arenisca.
Los astiles para flecha son objetos valiosos en el sentido de que el coste de su fabricación es alto, así una solución que se adopta desde tiempo prehistóricos es la de la colocación de un antefuste. Se trata de una pieza más corta de madera que se sitúa entre el astil principal y la flecha. De tal manera, que si se rompe el antefuste, la pieza que habrá que sustituir será más pequeña y fácil de reponer que el astil principal. Dicho antefuste se puede fabricar en la misma madera que el fuste, o en otra distinta, como es el caso, una vez más, de Ötzi.
 Por supuesto, otra de las piezas fundamentales de una flecha es la punta de piedra. La punta de pedúnculo y aletas facilita en gran manera el enmangue, ya que el pedúnculo encaja perfectamente en un astil de diámetro medio. Las aletas servirán para conseguir que una vez lanzada, la flecha quede perfectamente clavada y no se pueda arrancar salvo que se produzca un fuerte desgarro. En el caso de las puntas de aletas y pedúnculo es importante, al finalizar la talla, proceder al embotado del pedúnculo con algún objeto abrasivo con el fin de conseguir un extremo romo que no funcione como cincel en el astil en el momento del impacto. Como veremos después, para evitar este percance, por otra parte bastante común, es importante la colocación de la flecha de forma perpendicular a la dirección de los anillos de crecimiento.
Embotamiento del pedúnculo con arenisca.

Fractura del astil tras un tiro experimental.   
 El cajetín podrá realizarse directamente con una lasca, simplemente rebajando la madera, o realizando un par de ranuras opuestas de la manera que propone Baker (2000) en la fotografía adjunta.
Cajetin realizado con una lasca.

Cajetín realizando un par de ranuras opuestas.
En cuanto al tipo de resina que se podrá utilizar, tenemos evidencias en el registro arqueológico de un uso muy temprano de la brea de corteza de abedul (p.e. Cantera de Campitello, Italia, Pleistoceno Medio- Mazza et al 2006, o en Königsaue, Alemania, 80 ka, Koller et al 2001). Las flechas de Otzi estaban enmangadas con brea de corteza de abedul.
El uso de este adhesivo implicaba un conocimiento profundo de una tecnología compleja, ya que requiere en primer lugar el uso del fuego. La corteza se ha de calentar en ambiente reductor (ausencia de oxígeno). El control de la temperatura que no debe bajar de 340º ni sobrepasar los 420º es también esencial. Conseguir el control de todas la variables con la tecnología del paleolítico, es todo un hito.
Otro adhesivo frecuente es el que se obtiene ya en forma natural, como el alquitrán. Es muy corriente su uso en los yacimientos del Paleolítico medio del Próximo Oriente, como Umm-el-Tlel en Siria (Boeda et al 1996, 1998). Durante la larga secuencia del yacimiento se vino utilizando este material como adhesivo.
En Israel se ha documentado el uso de ocre mezclado con materia adhesiva vegetal para enmangar sus geométricos (Yacimiento neolítico de Gesher, Shaham et al. 2010).
Se puede mezclar también la resina con cera de abeja y carbón u ocre como aglutinante. La presencia de cera de abeja conseguirá que el adhesivo se pueda trabajar mejor y no se vuelva quebradizo.
Por último, la posición de la punta de pedúnculo y aletas es centrada en el astil, con el pedúnculo inserto en el cajetín elaborado para dicho uso, como hemos comentado anteriormente, a contraveta.
Flechas de Otzi. Presentan un pedúnculo muy largo que es el que se inserta en el cajetín (Brizzi y Brizzi 2012).

Una vez fijada la flecha al astil o antefuste con la resina, éste puede ser reforzado con la ayuda de una ligadura que puede ser vegetal o animal (tendón o tripa).



El emplumado, por último, tiene capital importancia a la hora de conseguir un vuelo correcto de la flecha. Hay que tener en cuenta que para una misma flecha hay que usar plumas del mismo ala. Son adecuadas las plumas de ganso, pavo o cisne. Aunque hay muchas otras que se usan, por ejemplo las de grandes rapaces.


Esquema de colocación de tres plumas.
Trabajo de la pluma: 1- Cortar a la longitud deseada; 2- El raquis se raspa para disminuir su grosor, 3- La pluma se abre por la mitad; 4- Se une al astil con la ayuda de resina, en ocasiones solo con ligadura y otras veces con resina y ligadura. 

BIBLIOGRAFÍA
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domingo, 3 de agosto de 2014

APROVECHAMIENTO DE RECURSOS CÁRNICOS DURANTE EL SOLUTRENSE

CURSO SOLUTRENSE: “APROVECHAMIENTO DE RECURSOS CÁRNICOS DURANTE EL SOLUTRENSE”
Pablo López Cisneros. Doctorando del Dpto. de Prehistoria y Arqueología. UNED.

1.- Introducción: Zooarqueología y Tafonomía ¿qué son? ¿para qué sirven?
Hasta los años 60 los estudios óseos se encuadraban fundamentalmente en el ámbito de la paleontología, centrándose principalmente en el estudio de todos los procesos naturales, biológicos o geológicos, pero excluyendo en cualquier caso los aspectos culturales y todo aquello relacionado con los grupos humanos. En estos primeros momentos, el estudio de los conjuntos de fauna se limitaba en el ámbito arqueológico a su utilización como marcadores cronológicos y paleoclimáticos, lo que conllevaba una recogida selectiva de los restos óseos que de manera significativa han condicionado los estudios taxonómicos y los patrones esqueléticos resultantes, afectando por lo tanto a la interpretación de algunos yacimientos arqueológicos.
En los últimos años los análisis faunísticos se han convertido en imprescindibles en cualquier proyecto arqueológico, ya que ofrecen una gran cantidad de información relacionada con los patrones económicos y de subsistencia de los grupos humanos, así como datos relativos a sus pautas conductuales.
Son numerosas las disciplinas que conforman el estudio integral de los restos óseos documentados en contextos arqueológicos, denominado Zooarqueología o Arqueozoología, tales como: la paleontología, la tafonomía, la osteología, la paleoecología, la paleoetología, la bioestratigrafía, etc.
En conjunto todas estas ciencias tratan de dar respuestas a todo tipo de interrogantes relacionados con los restos óseos, como las relacionadas con las técnicas de aprovisionamiento animal, los diferentes comportamientos subsistenciales, las estrategias de adquisición (caza, carroñeo, recolección, caza especializada, etc.), el tratamiento y procesamiento de los animales muertos, la utilización del animal como materia prima, alimento o rol social. También busca reconstruir el paleoambiente, el paleoclima, la potencialidad de los nichos ecológicos, la estacionalidad, la procedencia, evolución y dispersión de las especies, la biocronología, etc.
El empleo de los términos Zooarqueología o Arqueozoología puede realizarse de forma indistinta, aunque el término Zooarqueología está vinculado al círculo académico americano y anglosajón (en el cual los investigadores proceden del mundo de la geología y la biología, así como también de la antropología), y el término Arqueozoología es el aplicado principalmente en contextos europeos (cuyos investigadores proceden del mundo de la geología y la biología).
Con la Zooarqueología se puede obtener información concerniente a la identificación taxonómica, la estimación de la edad de la muerte, la estacionalidad, los perfiles esqueléticos o las mediciones biométricas con las que identificar sexos, tallas o razas. Sin embargo, sólo con esta disciplina no se puede interpretar lo que sucede en un yacimiento. Prueba de ello son algunos errores cometidos en las interpretaciones de algunos yacimientos arqueológicos, como por ejemplo los conocidos conjuntos óseos asociados a artefactos líticos de Olduvai o Torralba y Ambrona que diversos autores como Leakey, Howell y Freeman entendieron como acumulaciones producidas por el ser humano.
El término tafonomía fue acuñado y definido por Efremov en 1940, éste paleontólogo ruso lo definió como la “la ciencia de las leyes del enterramiento”, al observar que ciertas acumulaciones óseas son el resultado de la intervención de varios procesos, que ha su vez se han visto alterados por otros procesos. Con la tafonomía se estudian los procesos que influyen en la formación de un fósil, comenzando con la muerte del individuo hasta llegar al investigador que lo analiza. Estudiar el enterramiento de restos orgánicos implica su transición desde la biosfera (donde viven) a la litosfera (donde quedan sepultados), y posteriormente, los procesos de recuperación de fósiles. Por ejemplo, algunos investigadores seleccionan muestras óseas sesgadas que pueden dar lugar a interpretaciones equívocas. Un análisis tafonómico nos puede decir muchas cosas sobre los huesos. Puede revelarnos qué agente ha producido la muerte del ser y qué fenómenos han intervenido (como las actividades alimenticias que se dieron en torno al cadáver, la dispersión de sus partes, los mecanismos de putrefacción, etc.).
Así como hemos podido comprobar, la tafonomía completa y contextualiza los datos zooarqueológicos. De esta forma los estudios zooarqueológicos en combinación con los tafonómicos proporcionan datos importantes sobre la estacionalidad en la ocupación de los yacimientos, las estrategias de subsistencia, los usos económicos, la domesticación de animales, las manipulaciones genéticas, la paleoecología, etc.

2.- Principales agentes responsables que intervinieron sobre los huesos
Para la interpretación del registro zooarqueológico, el análisis de las superficies externas de los huesos es de gran importancia, puesto que pueden contener evidencias directas de los agentes que intervinieron en la manipulación de los restos óseos de un yacimiento. ¿Cómo sabemos qué agente es el responsable? El tipo de marcas halladas en un hueso, su ubicación y cantidad pueden ser características de fenómenos concretos, entre los que destacan:
Meteorización: Pérdida de humedad que sufren los huesos al quedar expuestos, se manifiesta mediante exfoliación, descomposición, grietas, etc. Constituye una pérdida de peso, tamaño y densidad del hueso.
Agua / Hielo: Abrasión, dispersión y transporte. También descalcificación, rodamiento, desconchamiento, fracturas, etc.
Minerales: Pérdida de minerales (desmineralización) destruyendo el colágeno del hueso y provocando cambios en su coloración, sus bordes se vuelven romos, aparecen pátinas, porosidad. También se puede producir el efecto contrario, la mineralización, con un aporte de peso, cristalización, etc.
Vegetales: Las plantas al buscar nutrientes en los huesos propician la aparición de ciertas bacterias y hongos, provocando alteraciones.
Aves: Al consumir la carne adherida en los huesos provocan una serie de alteraciones.
Carnívoros: Al igual que las aves al consumir la carne adherida y rechupetear los huesos provocan una serie de alteraciones sobre estos.
Roedores: Al igual que los dos anteriores, también producen alteraciones en el hueso.
Herbívoros: En ocasiones consumen huesos para aportar calcio a su dieta, dejando una serie de alteraciones sobre el hueso.
Bacterias, Insectos y Microorganismos: Los efectos son muy variados según el agente, pero la acción de todos ellos sobre el hueso provoca alteraciones.
Humanos: La actividad humana, las marcas de corte y las de percusión son las evidencias más claras de la acción antrópica, las primeras (MC) provocadas por el procesado cárnico y las segundas (MP) a la fracturación del hueso para el consumo del tuétano.

2.1.- Procesos tafonómicos antrópicos
Son los realizados por el ser humano a la hora de procesar a sus presas. Entre las alteraciones que provocan podemos distinguir:
Marcas de Corte: Son el resultado directo de la interacción mecánica entre un útil lítico y una superficie ósea como consecuencia de la manipulación antrópica de una carcasa animal y de la extracción de carne. Se caracterizan por su sección en forma de V, más profunda y estrecha que las marcas de dientes, con presencia de microestriaciones en su interior. Existen varios tipos y funcionalidades.
Tipos
Incisión: Son surcos de forma lineal producidos por presión con un filo cortante. Su longitud, profundidad y anchura es variable, tiene sección en V y microestrías finas, múltiples y paralelas en su interior. Su orientación va en el mismo sentido que el corte. Pueden tener orientación longitudinal, transversal u oblicua respecto del eje del hueso.
Estrías: Surcos sobre superficies trabajadas que pueden presentarse aisladamente o en grupos, de tamaño variable
Raspado: Alteraciones someras en las que incide un objeto cortante transversalmente sobre una superficie con un filo oblicuo. Se producen de forma reiterada con el fin de rebajar de forma uniforme una determinada superficie. Suelen emplearse para la realización de industria ósea o el trabajo sobre asta.
Tajos: Cortes profundos y anchos con sección en V y microestrías, que sirven para el corte de tendones y la desarticulación.
Funcionalidad
Desollado: Marcas cortas de contacto entre la piel y el hueso. Las marcas son cortas, profundas con sección en V y microestrías según el tipo de materia prima y el útil utilizados. Aparecen en las falanges, los huesos articulares (carpos y tarsos), y en la base de la mandíbula y el cráneo. Se producen en la acción de quitar la piel a la presa para poder desarrollar la desarticulación y el descarnado más fácilmente.
Desarticulación: Marcas profundas y cortas, pueden presentar microestrías según la materia prima del útil. Afecta a las metadiáfisis, a la base del cráneo y los cóndilos de la mandíbula. Realizadas al separar las articulaciones para poder descarnar la presa de una manera más cómoda y eficaz.
Descarnado: Marcas de aspecto alargado con orientación longitudinal o transversal al eje del hueso, sección en V y microestrías según la materia prima del útil. Afectan a las diáfisis. Son consecuencia de la acción de quitar la carne del hueso.
Evisceración: Marcas cortas con sección en V sobre las costillas. Se producen al separar las vísceras de los animales.


Marcas de corte
Marcas de Percusión: Son los impactos producidos al entrar en contacto un percutor con la superficie ósea. De forma más o menos redondeada pero irregular en su contorno, están asociadas a la presencia de microestrías (en el interior o el contorno) debidas a un ligero desplazamiento del martillo o del hueso. Su presencia se debe al intento de acceder al contenido medular de los huesos, por lo que su localización en elementos concretos o en lugares determinados indicaría el intento de aprovechamiento u optimización de este recurso.
Marcas de percusión
Fracturación: Tiene como finalidad la apertura del hueso para acceder a su contenido medular.
Fracturación
Cremación: Como su propio nombre indica es la acción de procesar los huesos mediante el calor, se pueden diferenciar distintos grados en función de la temperatura alcanzada en el proceso.
Cremación

2.2.- Procesos tafonómicos biológicos
Son los realizados por otros seres vivos diferentes al ser humano a la hora de llevar a cabo su alimentación. Entre las alteraciones que provocan podemos distinguir:
Marcas de Diente: Los dientes de los carnívoros al manipular los huesos y consumir sus paquetes musculares entran en contacto con las superficies óseas dejando improntas de variada tipología como son los pits o fosas, scores o surcos, punctures o perforaciones y furrowing o mordisqueo. Dependiendo de la localización y cuantificación de estas tipologías podemos distinguir entre unos carnívoros y otros.
Marcas de Roedores: Tienen forma de surcos profundos y cortos, de morfología ancha y plana, que suelen aparecer agrupados y en forma radial (aunque esta también puede ser caótica o desordenada), creando estriaciones paralelas con bordes rugosos y paralelos.
Marcas de Aves: Las marcas más habituales son perforaciones producidas por la acción mecánica del pico sobre el hueso. Al igual que en el caso de los carnívoros aunque en menor grado, también se observan alteraciones químicas y corrosiones causadas por los ácidos digestivos. También producen surcos de fondo plano, liso y redondeado de aspecto ancho con las garras y los picos. Generalmente estas marcas aparecen en animales de talla pequeña, especialmente micromamíferos y lagomorfos. Aunque también se han observado algunas alteraciones sobre macromamíferos.
Marcas de Herbívoros: Los ungulados realizan un mordisqueo que se suele dar sobre astas y huesos largos, lo que puede deberse a la necesidad de estos animales de adquirir fósforo u otras sales presentes en los huesos que no están incorporadas en su dieta vegetariana. Las alteraciones que ocasionan son surcos curvos de crestas y valles agudos muy irregulares, en forma de pala, producidos por los incisivos.
Vermiculaciones: Se producen cuando la superficie ósea entra en contacto con la acción de los ácidos vegetales de las raíces de las plantas, y con los hongos asociados a su descomposición. Son de aspecto sinuoso, anárquico e irregular, distribuidas de forma caótica y con ramificaciones, de fondo ancho, plano y sección en forma de U, con una coloración oscura. Su concentración puede llegar a eliminar otras posibles alteraciones.
Insectos y Bacterias (Bioquímicas): Se crean al forman colonias de hongos y bacterias en las superficies de los huesos alterándolas. Primeramente se produce un cambio de coloración del hueso al que sigue una exfoliación, generando unas marcas que se asemejan a surcos y fosas, estas pueden ser superficiales o profundas.

2.3.- Procesos tafonómicos no biológicos
Son alteraciones naturales en los elementos óseos por agentes diferentes al ser humano y que carecen de un origen biológico. Entre las alteraciones que provocan podemos distinguir:
Trampling (o marcas de pisoteo): Suelen aparecer en elementos planos como costillas, o en diáfisis, y se producen por el roce o la frotación de las partículas sedimentarias sobre la superficie ósea. Pueden confundirse con las marcas de descarnado.
Weathering (o alteración subaérea.): Es una desecación resultado de una combinación de procesos físicos y químicos que terminan por provocar la exfoliación, descomposición, degradación y desintegración del hueso.
Procesos eólicos e hídricos: Las corrientes eólicas e hídricas según su fuerza pueden mover y transportar los restos óseos, produciendo abrasión, rodamiento y fragmentación.
Físico – Químicas: Dentro de esta alteraciones se integra una gran cantidad de procesos que pueden causar multitud de alteraciones. La más destacada son las producidas por la disolución química.

3.- Estrategias de subsistencia en el Solutrense
En lo referente a las estrategias de subsistencia en ambas zonas presentan ciertas preferencias por las especies de medio y pequeño tamaño (ciervo, cabra y rebeco), en especial de ciervo y cabra, aunque en algunos lugares como en El Catillo y Cataluña se da una preferencia por el caballo, o el Sarrio en Amalda. Al mismo tiempo observamos otra serie de semejanzas, ya que en ambos territorios la especialización se produce de forma progresiva:
En el Mediterráneo observamos cierta especialización de caballo (Cataluña) y ciervo o cabra según el medio (Valencia y Andalucía). Distinguiendo dos etapas: una al principio más leve, y otra más intensa en el Solutrense Superior y Evolucionada. En algunos lugares se muestra como más diversificada, como Cova Beneito o Parpalló, que coinciden con ser lugares abiertos a gran cantidad de biotopos y por tanto, de posibilidades.
En el Norte, de la misma forma, apreciamos como la especialización es progresiva y va aumentando según avanza el tiempo, culminando en el Solutrense Superior. Al igual que ocurre en el Mediterráneo junto a esta especialización hay algunos yacimientos que muestran un espectro diversificado como El Buxu, Cueto de la Mina, Urtiaga, Santimamiñe o Ermittia que coinciden por su situación abiertos a gran cantidad de entornos.
Observamos en el Solutrense peninsular una ligera tendencia especializada en los ungulados de tamaño medio y pequeño, junto a la despreocupación de las especies de gran tamaño. En el comienzo del Solutrense se sigue esta tendencia, y tiende a acrecentarse en las fases sucesivas de este período. Pero junto a estas estrategias algunos yacimientos mantienen cierta diversificación, que debe entenderse por su situación geográfica, abierto a una gran cantidad de nichos. La especialización responde a los condicionantes del medio, de tal manera que nunca encontraremos un yacimiento de montaña especializado en ciervo, ni un asentamiento de valle en cabra (aunque si se pueden registran porcentajes altos). Esta dependencia del medio la muestran los yacimientos, que están abiertos a multitud de ambientes, los cuales indican diversificación.
También en ambas zonas se aprecia un claro aumento de los individuos infantiles en todas las especies, aunque siguen siendo los adultos los predominantes, lo que ha sido interpretado por diversos autores como caza especializada de manadas de hembras y crías (Altuna, Straus) o a indicar una caza de manadas en las estaciones de cría y otra individual en invierno (Quesada). En cualquier caso el aumento de infantiles es una tendencia iniciada ya en el Musteriense y mantenida en el Paleolítico Superior Inicial, y como observamos continuada ahora.
En cuanto a las estrategias de ocupación podemos observar una ocupación más intensa de los asentamientos y un posible crecimiento demográfico. Además se da una ocupación de los yacimientos en todas las estaciones del año, y en algunos casos se da alternancia según las estaciones.

3.1.- El Solutrense en el Cornisa Cantábrica
El Solutrense de la Cornisa Cantábrica es sin lugar a dudas la zona con más datos, yacimientos y estudios que disponemos para hablar de la subsistencia en el Solutrense peninsular. La gran cantidad de yacimientos nos proporcionan una gran cantidad de información.
Casi todos los autores coindicen en señalar que a partir de esta fase (Solutrense) se inicia y se impone una especialización cinegética en ciervo o cabra según el entrono. Pero Altuna y Quesada diferencia dos fases, una primera de diversificación y otra de progresiva especialización que comienza en los momentos de máximo frío. Esta especialización de la caza va ligada y en función de dos factores: el clima y el medio.
Son el ciervo y la cabra los principales recursos alimenticios, siendo el caballo y los bóvidos apenas consumidos, continuando así la tendencia de progresiva disminución que se da desde el Paleolítico Superior Inicial. Los carnívoros también siguen el mismo proceso. Por último, aquellos recursos calificados como otros, parecen aumentar respecto a otros períodos, son los conocidos como recursos secundarios entre los que destacarían el marisqueo o la pesca.
Durante todo el transcurso del Solutrense podemos apreciar un aprovechamiento bastante similar:
Los yacimientos especializados en ciervo están todos en unas condiciones geográficas similares, pues todos se encuentran sobre lugares no muy altos, entre cotas próximas al nivel del mar y los 400 m, además no están muy alejados de la costa, sobre valles ciegos, colinas y zonas de abundante vegetación, los cuales sirven de refugio en los momentos de máximo frío. Algunos de estos yacimientos como Balmori, Cueto de la Mina, Riera, Las Caldas y Chufín (situados todos ellos en Asturias y los tres primeros en concreto en Llanes), están en una zona privilegiada, ya que están al pie de una sierra a escasa distancia del mar, lo que propicia que algunos de estos niveles tengan una amplia biodiversidad y que pueda albergar poblaciones sedentarias.
Lugares especializados en cabra y rebeco, a excepción de la Riera y Caldas, son yacimientos situados en biotopos de montaña o media montaña, y en los casos de la Riera y las Caldas no extraña la presencia de estos animales, al estar cerca estos lugares.
El caballo sólo es el principal aporte del Castillo, debido a las zonas de llanura y pradera próximas.
Hay otros yacimientos no especializados que aunque tienen una especie dominante se ve que varios taxones comparten los primeros puestos. En Chufín y Aiztbitarte destacan el ciervo y el sarrio, gracias a su situación en el interior abiertos a varios biotopos de media montaña bien abrigadas. Lo mismo ocurre en Ermittia, con predominio de cabra, sarrio y carnívoros que concuerdan con los alrededores.
Urtiaga es distinto ya que se ubica en una zona próxima a la costa y donde la especie dominante debería ser el ciervo, pero en momentos de mucho frío como es este caso, puede que se convirtiera en un entorno favorable para el reno, lo que justifica su alta representación junto a la cabra, que en los momentos de mucho frío baja a cotas más bajas.
   Con estos datos podemos reconstruir varios patrones de ocupación:
Cazaderos temporales
Campamentos satélites de campamentos mayores
Campamentos temporales en lugares de paso hacia el interior
Campamentos estacionales
Todo esto nos indica que hay una gran variedad de estrategias, y que pueden darse grupos móviles que se trasladan de la costa al interior según las estaciones, así en las estaciones frías se permanecería en la costa y en las cálidas se trasladarían al interior. Otros grupos serían estáticos en torno a zonas determinadas, como los del entorno de La Riera.
Taxonomía yacimientos solutrenses de la Cornisa Cantábrica


3.2.- El Solutrense de la Fachada Atlántica y el interior peninsular
Los datos disponibles para el Solutrense en la meseta y la fachada atlántica son prácticamente inexistentes, debido a que no se han llevado a cabo estudios de este tipo. Áreas como las del interior peninsular tienen muy pocos análisis zooarqueológicos.
Además, nos encontramos con una escasez de sitios correspondientes al Paleolítico Superior, debido a la carestía de conjuntos cársticos, ya que la ausencia de cuevas provoca una mayor ocupación de los asentamientos al aire libre, los cuales tienen una peor conservación que los yacimientos en cueva al estar expuestos a mayores fenómenos erosivos; del mismo modo su localización diseminada por el paisaje es también más difícil de localizar. Otro problema es la menor tradición investigadora respecto a la cornisa cantábrica o el mediterráneo. También hay que añadir otros problemas como los relativos a la escasa representatividad de las muestras, los escasos metros cuadrados excavados, la conservación diferencial, la escasez de análisis multidisciplinares, etc.
Para la fachada Atlántica sólo disponemos de dos niveles portugueses que además tienen muy pocos restos. En estos se da un predominio de carnívoros, y en el caso de Casa do Moira los ungulados son muy reducidos. Este yacimiento se interpretó como un lugar donde homínidos y carnívoros realizaron actividades, pero más bien parece ser un lugar en el que el único agente activo fue algún carnívoro. En Algar do Casais no se aprecia indicio de especialización y también la presencia de carnívoros es importante, por lo que es estas cavidades los homínidos no debieron de estar mucho tiempo.
Los yacimiento del interior peninsular (meseta) para el Solutrense tienen escasas referencias. Por un lado tenemos el nivel de Abauntz con presencia de rebeco, cabra, ciervo, caballo, Bos (vaca) y Coelodonta (rinoceronte). A pesar de su rica variedad taxonómica ningún animal supera la treintena de restos, por lo que la muestra ósea es poco representativa. Además carece de análisis tafonómicos que determinen que agentes intervinieron. Otros asentamientos solutrenses con fauna son los próximos a Madrid, pero la descontextualización de sus restos y los problemas mencionados anteriormente, hacen que no podamos sacar muchas conclusiones de ellos. Estos yacimientos son por ejemplo: el Sotillo, Atajillo del Sastre, Nicasio Poyato, Valdivia, etc. En ellos se han encontrado restos de proboscideos (elefantes), caballos y ciervos.

3.3.- El Solutrense en el Mediterráneo
El Solutrense de la Vertiente Mediterránea está mejor tratado que el de la zona atlántica, pero el número de yacimientos y niveles es inferior al que se produce en la región cantábrica.
Para analizar esta región nos centraremos en los ungulados, ya que son los principales aportadores cárnicos. Precisamente en estos se aprecia una cierta especialización, ya que en todos los niveles, exceptuando 3 de Cova Beneito, 2 de Les Mallaetes y 2 de Parpalló, los ungulados superan el 60%.
En los yacimientos catalanes se distingue especialización sobre caballo, algo que en L’Arbreda ya se producía en otras fases paleolíticas. Aunque se aprecia alguna oscilación en función del clima, así el nivel más templado indica una reducción de caballo y un ligero aumento de ciervo, mientras que el nivel más frio, no sólo tienen las especies típicas de un clima más frío (capra y rupicapra) sino que también muestra un aumento de Equus, lo que implica un aumento del medio abierto y una reducción de las zonas más boscosas.
Los yacimientos andaluces muestran una especialización en ciervo o cabra, según el medio circundante, así la cabra se correspondería con el entorno de Ambrosio y el ciervo con el de Higuera de Motillas.
En Valencia y Alicante, la especialización no es tan acusada, así en Cova Beneito esta no se da, debido posiblemente a las amplias posibilidades que ofrece el medio, de tal manera que predomina la cabra junto al ciervo con valores bastante altos. En los otros yacimientos se aprecia cierta especialización en cabra, ciervo o rupicapra. En Les Mallaetes el medio abrupto condiciona la predominancia de cabra. Mientras que en el Parpalló el medio es favorable para el ciervo y la cabra, predominando uno u otro según el clima.
En lo que se refiere a otros taxones como los lagomorfos (conejos), se siguen consumiendo, pero con promedios inferiores a las épocas anteriores. En lo que respecta a los carnívoros, su presencia también disminuye apareciendo sólo en L’Arbreda, Cau de Coçes, Cueva Ambrosio y Cova Beneito, que continúan con un régimen de ocupaciones temporales. Entre los carnívoros desaparecen las evidencias de osos, panteras y de hienas, que suelen ser los principales ocupantes de las cuevas cuando el ser humano no está. Por lo que tan sólo se produce una presencia marginal de carnívoros de talla pequeña, a excepción del lobo, y en algunos casos, como los linces de Beneito, sus restos corresponden a la acción antrópica.
A la luz de todos estos datos, podemos afirmar que puede diferenciarse un primer momento de especialización leve seguida de otro momento de mayor especialización pero no muy exagerada. El medio y el clima vuelven a ser condicionantes claros en la especialización de una u otra especie.
Es posible que se den estrategias de ocupación en las que se alterne la habitación de un lugar en función de la estación. Los asentamientos como en los momentos anteriores, se ocupan a lo largo de todas las estaciones.
Taxonomía yacimientos solutrenses del Mediterráneo
4.- Algunos ejemplos
A continuación, he querido hablaros de dos yacimientos característicos de este periodo a modo de ejemplo de todo lo que llevamos viendo. Uno de ellos corresponde a la zona norte de la península y otro al sur, para que podamos contrastar y hacernos una visión totalmente completa del aprovechamiento cárnico durante el Solutrense Peninsular.
4.1.- Cueva de Amalda
La Cueva de Amalda es un emplazamiento situado en Zestoa (Guipúzcoa, País Vasco) en un lugar abrupto y escarpado a 8 km. de la costa y a 100 m. sobre el fondo del valle. En total ha proporcionado cuatro niveles paleolíticos considerados Musteriense típico el VII, Perigordiense el VI y V, y Solutrense el IV. Después siguen otros niveles tardorromanos y calcolíticos.
La actividad humana está presente en el yacimiento a través de los restos líticos y los huesos con marcas de corte, percusión y alteraciones térmicas. El problema es que los huesos con este tipo de trazas son escasos y solo el Bos, el ciervo, el rebeco y la cabra los presentan. Únicamente en el ciervo, que presenta maras de corte atribuibles a descarnado, desollado y desarticulado, no se han observado ninguna superposición de marcas y marcas de diente, siendo la situación de las marcas de corte y su funcionalidad claros indicadores del aprovechamiento cárnico de este animal.
Por lo tanto se puede concluir que solo los ciervos y posiblemente los grandes bóvidos fueron aportados por el hombre para su aprovechamiento cárnico y medular. En el caso de otros animales como la cabra o el rebeco, la escasez de marcas de corte en contraposición a las de diente sugieren que debieron su aporte mayoritariamente a los carnívoros.
El aporte de ciertos animales como el rebeco es principalmente de carácter biológico no antrópico, a diferencia de lo que había propuesto Altuna[1], quedando el factor humano en un segundo plano, aportando esporádicamente otros animales como el ciervo o el gran bóvido. El rebeco y la cabra fueron aportados por los carnívoros, ambos tipos se ajustan a las presas de carnívoros de talla media y grande, y en el caso del rebeco se ajusta perfectamente al tipo de presas de linces y leopardos, tanto por su tamaño como por su situación en un medio próximo al que debió ocupar. Además los propios perfiles esqueléticos del rebeco en Amalda concuerdan con los patrones descritos en las acumulaciones hechas por leopardos, caracterizadas por la abundancia de elementos axiales.
Concluyendo, podemos decir que tras esta revisión del yacimiento de Amalda se observó que el principal agente acumulador de los retos de rebeco en el yacimiento no es el hombre, sino los carnívoros, lo cual supuso un cambio respecto a la interpretación tradicional. Con ello, se muestra lo importante que son la incorporación de los análisis tafonómicos en los estudios zooarqueológicos de los yacimientos del Paleolítico Superior.
4.2.- Cueva de Ambrosio
Uno de los yacimientos más emblemáticos de la Península Ibérica y del suroeste de Europa es la Cueva de Ambrosio, un abrigo situado en Vélez Blanco al norte de la provincia de Almería. Ocupa una posición intermedia entre la costa levantina y la Andalucía continental. Su situación a más de 60 km. de la costa no es impedimento para que se dieran actividades relacionadas con el marisqueo como indican la presencia de ciertos bivalvos y crustáceos de origen marino. Ambrosio está a 1060 m. sobre el nivel del mar en una zona montañosa, pero poco escarpada con montes próximos de hasta 1300 m., abierto a grandes valles y puntos de paso, es un importante centro estratégico ocupacional que le permitió ser un importante punto cinegético y ocupacional. Proporciona una importante secuencia estratigráfica con varios niveles arqueológicos: el II con materiales del Solutrense Superior Evolucionado, el IV con materiales del Solutrense Superior y el VI con materiales del Solutrense Medio, entre medias el III, V y VII son estériles, y el I que es el de mayor potencia presenta materiales neolíticos.
Todos los ungulados están relacionados con la actuación antrópica, así como la fauna de los niveles pertenecientes al Solutrense Medio y Superior se deben a la acción humana. De esta forma destaca el protagonismo humanos sobre los diferentes ungulados y los lagomorfos. Junto a estos animales, el zorro en el Solutrense Medio también presenta evidencias de procesamiento antrópico. Así la abundancia de marcas de corte nos confirma la importancia cinegética que tuvo el ser humano sobre los ungulados de Cueva Ambrosio. Ya que a pesar de la abundancia de lagomorfos, los animales que más carne proporcionaron fueron las cabras, caballos y ciervos; aunque los conejos no fueran un recurso trascendental entre los cazadores de Ambrosio si pudieron ser un buen recurso alternativo. Aunque debemos indicar que en el aporte de este recurso pudieron intervenir diferentes agentes además del ser humano. Las diferentes alteraciones ocasionadas por los carnívoros, las aves y el ser humano, parecen reflejar un origen diverso. Sin embargo un análisis tafonómico más preciso de las alteraciones que sufrió este animal nos indica que tanto carnívoros como aves tuvieron una incidencia menor en el aporte de estos animales, cediendo un mayor protagonismo al ser humano.
La presencia de marcas de diente nos indica que en ambos niveles los carnívoros intervinieron sobre la acumulación osteológica. Aunque los escasos porcentajes de marcas de diente, la elevada fragmentación, el escaso grado de circunferencias de las diáfisis, la ausencia de cilindros y las superposiciones de marcas de diente sobre marcas de corte nos indica que su papel sobre los ungulados fue posterior a la intervención humana. En ciertos momentos de abandono los carnívoros ocuparon Ambrosio carroñeando los despojos que habían abandonados.

Bibliografía
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Yravedra Sainz de los Terreros, J. (2001): “La subsistencia en el Pleistoceno Superior en la Península Ibérica: problemas tafonómicos y zooarqueológicos”. Especio, Tiempo y Forma, Serie I, Prehistoria y Arqueología, t. 14: 47-78.
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Yravedra Sainz de los Terreros, J. (2002): Especialización o Diversificación. Una nueva propuesta para el Solutrense y magdaleniense Cantábrico”. Munibe, 54: 3-20.
Yravedra Sainz de los Terreros, J. (2002): “Implicaciones tafonómicas en el debate de la caza y el carroñeo en el Paleolítico de la Península Ibérica”. Nivel Cero, 10: 7-22.
Yravedra Sainz de los Terreros, J. (2006): Tafonomía aplicada a Zooarqueología. Aula Abierta, UNED Ediciones, Madrid.
Yravedra Sainz de los Terreros, J. (2007): “Aproximaciones tafonómicas a los cazadores de la segunda mitad del Pleistoceno Superior de la mitad norte del interior de la Península Ibérica”. Arqueoweb, Revista sobre Arqueología en Internet, 9 (1).
Yravedra Sainz de los Terreros, J.; Vidal, A. y Estaca Gómez, V. (2010): ¿Quién se comió mi hueso? La tafonomía y el registro arqueológico.



[1] Presentaba al yacimiento como una estación centrada en la caza antrópica de sarrio y otros animales, en la que la abundancia en número de restos de sarrio no era debido a una especialización cinegética sobre dicho animal, sino en su transporte completo frente al de los otros animales como el uro, el ciervo, el caballo o la cabra que lo eran parcialmente, debido a los condicionantes del terreno. De manera que se practicaba una doble estrategia de transporte, completa en el caso del sarrio y diferencial en el caso de los demás animales, en los que solo se trasladaban extremidades. Al mismo tiempo, la presencia de osos era explicada como la consecuencia de la mortalidad infantil producida en los procesos de hibernación.




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