sábado, 20 de julio de 2024

CIERVO CHIMIACHAS


       Estas fotografías del año 2006, reproducen la figura de estilo levantino de un ciervo solitario enjaulado en el Abrigo de Chimiachas; una covacha ubicada en el barranco que lleva su nombre a unas tres horas de camino desde Alquezar. Un recorrido muy recomendable con unos paisajes espectaculares del Somontano de Barbastro.
 La pintura es realista como corresponde al Arte Levantino, el autor utilizó en su confección una gama de colores que van desde el rojo al ocre. Esta trazada con gruesas líneas que definen su figura y luego relleno su interior con tintas planas. Su contorno repintado para darle la forma que buscaba el artista, parece tosco pero no lo es, el conjunto es grácil y da vida a este ciervo de pequeño tamaño pero grande, si lo comparamos con otras representaciones de Arte Levantino.  
 Solo quiero que disfruteis contemplandolo, nada más, por eso las fotos estan sin retocar tal cual las saqué, las palabras sobran por completo.


  Cuando llegas al abrigo buscas el ciervo y no lo encuentras, después de trancurrido un rato y con tus pupilas adaptadas a los ocres del fondo de la cavidad, ves su figura que al principio pasaba desapercibida. 


     Y es que nuestros ancestros respetaban tanto a los animales que les daban la vida, como al entorno en el que se movian. El ciervo esta fundido con el paisaje y forman un solo cuerpo. 

      
       Desde este punto de vista vemos como forma parte de la pared que no ha sido preparada, el lienzo y la pintura son solo uno. 


        No se aprecia de frente, pero el ciervo es cóncavo, como el fondo de la covacha que lo alverga. El agua de la lluvia discurre por la pared y lo diluye por arriba y por abajo con la tierra mojada que el agua proyecta. 


  Me permito la licencia de ampliar este recorte de la cornamenta del ciervo para admirar los gruesos trazos que la conforman, que parecen continuación del contorno del animal. Con mucha pintura y línea decidida el autor ha pintado estas rayas gruesas que dan una idea clara del poderío del bicho.
   No hay palabras para describirlo. Recuerdo que hace unos años Matilde Muzquiz (Profesora de dibujo y artista; con su marido y un equipo pintaron la neocueva de Altamira), nos decía al ver el dibujo de un ciervo pintado por ella. "Ves mi ciervo, esta bien representado es como el original, verdad, pero a diferencia de los que ellos han pintado, el suyo vive y el mío esta muerto". Con esas palabras Matilde reflejaba la admiración que sentía por los artistas prehistóricos y por su obra con alma. Desde su punto de vista de pintora contemporánea, entendía la obra y profundizaba no solo en el aspecto formal sino en como había sido plasmada. Recomiendo que leáis su tesis doctoral sobre el techo de los polícromos de Altamira, es un trabajo excepcional y de agradable lectura. Se puede bajar en PDF. http://biblioteca.ucm.es/tesis/bba/ucm-t14857.pdf

         Barbastro, 2 de abril de 2015

lunes, 8 de julio de 2024

EVOLUCIÓN TECNOLÓGICA Y FUNCIONAL DE LAS PUNTAS DE PROYECTIL SOLUTRENSES*

Ignacio Martín Lerma. Profesor del Dpto. de Prehistoria. Universidad de Murcia.

*Esta conferencia está basada en el estudio que presentamos en el Congreso Internacional: El Solutrense (Velez Blanco, 2012): Gibaja Bao, J. F., Muñoz Ibáñez, F. J., Gutiérrez, C., Márquez, B., & Martín Lerma, I. (2013). Las puntas solutrenses: de la tipología a los estudios funcionales. Espacio, Tiempo y Forma, (5), 491–506.

Las puntas solutrenses son por antonomasia uno de los elementos más definitorios del Paleolítico superior. Este interés por un tipo de instrumento tan bien diseñado, cuya lectura nos remite a un alto conocimiento de las técnica de talla, han provocado la atracción de los investigadores hasta el punto de realizas detalladas y continuas seriaciones cronológicas en base a la forma de las puntas y la tecnología aplicada en su elaboración. Son innumerables las contribuciones científicas que han sido publicadas alrededor de ellas, especialmente por el hecho de constituir un “fósil director” con el que apostillar una cronología relativa al contexto/nivel arqueológico al que están asociadas.
Por lo tanto, es más que evidente que los estudios morfológicos han tenido y tienen un protagonismo preponderante a la hora de hablar de las puntas solutrenses. Los distintos morfotipos definidos han sido el nexo de unión para establecer seriaciones cronológicas, distribuciones en el espacio de yacimientos en los que aparecen determinadas puntas e incluso desde una perspectiva diacrónica y sincrónica hablar del origen de las comunidades que las elaboraron y de su conexión entre ellas. Todas estas cuestiones han llenado y siguen llenando páginas y páginas en revistas, libros y congresos (Ripoll 1994, Zilhao 1994, Straus 2001).
A las citadas perspectivas de carácter morfológico, se le han unido en los últimos años análisis más completos y refinados centrados en el origen de las rocas explotadas, los modos de aprovisionamiento y los sistemas técnicos vinculados con su elaboración. Hasta hace bien poco muchas de las propuestas sobre la procedencia de las materias primas líticas empleadas en la producción del utillaje no se realizaban en base a analíticas petrográficas o químicas, sino que se construían al amparo de los conocimientos que se tenían del entorno en el que los investigadores trabajaban. Es el caso, de los trabajos de J. Zilhao (1997) para la Estremadura portuguesa o M. Rasilla (1989) y L.G. Strauss y M.R. González (2009), entre otros,  para el área cantábrica. Hoy se entiende que estas apreciaciones visuales subjetivas deben ser corroboradas mediante la aplicación de un conjunto de analíticas que proporcionen objetividad a los resultados. A este respecto, cabría resaltar los trabajos de T. Aubry y X. Mangado para contextos solutrenses de Francia y Portugal (Aubry, 1991, Aubry et al. 1998, 2007).   
En relación a los distintos procesos de talla y al grado de conocimientos técnicos requeridos, han tomado fuerza los estudios dedicados a los remontajes como una vía más de aproximación a la tecnología (Muñoz 2000, Tiffagom 2004). Un claro ejemplo de ello de la potencialidad que tales estudios pueden generar son los diversos trabajos de investigación llevados a cabo en el asentamiento francés de Les Maitreaux es un claro ejemplo (Aubry et al. 1998, 2004).
¿Qué papel han jugado los estudios traceológicos en el marco de las puntas solutrenses?, que es el tema que tocamos en este trabajo, la verdad es que más bien poco. Pensamos que quizás ello pueda deberse a que se asume una función evidente por su forma y, por lo tanto, la información que pueden aportar y las interpretaciones que se pueden generar en este campo no tienen mayor recorrido explicativo. No obstante, las dudas nacen cuando uno aprecia que los estudios traceológicos apenas han sido aplicados a yacimientos de cronología solutrense, independientemente de que hubiera o no puntas (Aubry et al. 1998). Sea como fuere, esto hace pensar que hay un conjunto de circunstancias que han hecho que el solutrense no se haya beneficiado de la bifurcación de intereses entre los arqueólogos que excavaron los yacimientos y los especialistas en traceología.
    El Solutrense es un complejo industrial del SW europeo muy conocido pero no siempre bien estudiado. Dividido en diversas secuencias según cada región, podemos hablar de unas fases que, con distintos nombres, son comunes a este espacio tan amplio.

2. LAS PUNTAS SOLUTRENSES EN LA PENÍNSULA IBÉRICA
En Portugal, y más parcialmente en el SW francés, nos encontramos con una fase antigua denominada Protosolutrense. El Solutrense inferior continúa en la zona francesa y abarca al levante español. En estos momentos iniciales surgen algunas novedades técnicas que buscan elementos foliáceos apuntados desde distintas técnicas. Estos elementos son la punta de Vale Comprido, derivada de una secuencia técnica de lascado específica, y la punta de cara plana, obtenida mediante retoques planos sobre una de las caras. Esta segunda punta alcanzará mayor éxito apareciendo distribuida por toda la zona geográfica solutrense durante las etapas inferior y media, rarificándose ya en el Solutrense superior.
A lo largo del Solutrense medio se consolida el uso del retoque plano, extendiéndose en amplias superficies de ambas caras en lo que se conoce como bifacialidad. Es en este momento, además, cuando la Cornisa Cantábrica se incorpora a este mundo. Vemos surgir  una punta más elaborada y espigada conocida como hoja de laurel que alcanzará a todos los rincones del complejo solutrense.
Hacia finales del Solutrense medio la hoja de laurel se diversifica en distintos subtipos que se desarrollarán en la fase superior y en el Solutreogravetiense mediterráneo. Son múltiples variantes de este tipo relacionadas con la forma de la base –cóncava, convexa, recta, pedunculada, con muesca- y el eje de simetría, entre ellas las puntas de muesca y, con carácter regional, los foliáceos disimétricos de Montaut y Serinyá, así como las puntas de base cóncava cantábricas.
Otros tipos nuevos son las hojas de sauce, máxima estilización de las puntas de laurel que surgen junto a nuevos conceptos de punta como la de pedúnculo y aletas.  Es esta la última fase de expansión de las puntas bifaciales con retoque plano que ofrecen una amplia gama de soluciones técnicas. En la base de esta diversidad se documentan novedades como el retoque a presión junto a la percusión en piedra blanda y la aplicación del tratamiento térmico para mejorar la calidad del soporte ante la talla.
Durante el Solutrense terminal, final y Solutreogravetiense II, el retoque plano y la bifacialidad van perdiendo peso a favor de otros modos técnicos conocidos anteriormente como el retoque abrupto, entrando en lo que se ha venido en llamar proceso de desolutreanización. Es ahora el momento de expansión de otros tipos de puntas, como la de muesca mediterránea, o su sustitución por laminillas en el área francesa y cantábrica.

 2.1 El solutrense inferior
Puntas de Vale Comprido
     Una variante específica de las puntas de cara plana son las denominadas puntas de Vale Comprido. Se desarrollan dentro del proceso de creación de elementos líticos de proyectil que sucede entre finales del Gravetiense e inicios del Solutrense, aunque su producción sistemática parece posterior a 22.000 BP. (Zilhâo et al, 1999: 171).
Elaboradas sobre soportes laminares o lascas laminares, se obtienen de núcleos prismáticos mediante percutor de piedra blanda dentro de una cadena operativa unipolar recurrente. Ofrecen una forma triangular apuntada con talones espesos y ondas marcadas. Para conseguir el adelgazamiento de la base, una vez extraída la pieza, se regulariza el talón en la cara dorsal mediante retoque y, en algunas ocasiones, se acompaña de la eliminación del bulbo. En varias de las puntas se observan también retoques -a veces planos- sobre los bordes, llegando a delineaciones denticuladas en los casos más extremos. La presencia o no de retoques en los bordes laterales ha servido de base para una clasificación en tres subtipos que, en opinión de Zilhâo y Aubry (1995: 134) representarían, más bien, el ciclo de uso, reavivado y abandono, en vez de variabilidad interna.
A diferencia de las puntas de cara plana, en las de Vale Comprido, la regularidad morfológica parece provenir del sistema de lascado y no de la aplicación del retoque plano sobre amplias zonas de la superficie dorsal y, puntualmente, de la ventral. Sin embargo, ambas comparten el recurso del retoque para el adelgazamiento de la zona proximal. Su función como puntas de proyectil ha sido deducida por la presencia de fracturas en lengüeta y burinantes en el ápice distal  (Zilhâo y Aubry, 1995: 134).
Estas puntas han sido definidas en el Protosolutrense portugués, más concretamente en el yacimiento epónimo de Vale Comprido-Encosta, aunque están presentes en un amplio espectro de sitios en torno a la Estremadura portuguesa como: Terra do Manuel, Grotte de Caldeirâo (niv. I y Ja), Vascas, Cova da Moura, Salemas, Furadouro, Almonda, Picareiro, Anecrial, Buraca Escura y Buraca Grande (Zilhâo et al, 1999). Piezas similares han sido localizadas en algunos yacimientos franceses de la Dordoña (Laugerie-Haute Est (capa 31) y l’Abri Casserole (niveles 9 y 10) y L’Ardèche (Solutrense inferior de La Baume d’Oullins) (Zilhâo y Aubry, 1995). Al tratarse de soportes que no siempre presentan retoques convencionales, es posible que una revisión más exhaustiva de conjuntos líticos de cronología contemporánea en otras zonas peninsulares descubra una distribución más amplia.


Puntas de cara plana
Sonneville-Bordes y Perrot (1954: 334) las define como una pieza foliácea simétrica o asimétrica, con un extremo apuntado (punta de cara plana) u obtuso (hoja de cara plana), con retoques planos que cubren total o parcialmente la cara superior, sobre todo la base, la punta y uno de los bordes, aunque a veces se presentan también en la cara inferior, denominada plana, retoques en la base y en la punta. Smith (1966), tras considerar las anteriores definiciones como imprecisas y contradictorias, diferencia cinco subtipos: piezas simétricas (A), en forma de gota (B), similares a la punta de chatelperron (C), anchas y sobre lasca (D), en forma de lámina apuntada (E).
Entre todos los autores que contemplan una lectura tecnológica, destaca Zilhao (1997: 212) que en yacimientos de Portugal, como Vale Almoinha o Casal do Cepo, ha constatado el predominio del subtipo B dentro de una secuencia basada en el acondicionamiento de la base, la eliminación del bulbo y la modificación de la morfología mediante retoque plano en las zonas mesiales de los bordes. Finalmente se aplica el retoque al extremo distal.
Las diferentes características de este tipo inducen a pensar que se trata de piezas donde, sobre lasca y sobre lámina, se han ensayado diversas fórmulas para obtener una pieza adelgazada y homogénea tanto en el grosor de ambos laterales como, con menos fortuna, en su simetría. 
2.2 El solutrense medio
Hoja de laurel
Esta etapa aparece dominada por las hojas de laurel que presentan morfologías muy variadas, entre las cuales, algunas reciben nombres distintos en función de su distribución geográfica. A pesar de su extremo apuntado, son conocidas como hojas de laurel, en vez de puntas. Su superficie aparece cubierta por retoques planos invasores generalmente de tipo bifacial, aunque se conocen ejemplares unifaciales o incluso otros en que el retoque en la cara ventral afecta solo a las zonas de la punta y/o la base, por ejemplo en los niveles del Solutrense medio de las Caldas y la Riera (Corchón y Cardoso 2005: 100).
Realizadas sobre lasca laminar o lámina procedentes de núcleos de distinto tipo, las técnicas de extracción y retoque parecen haber seguido procedimientos diversos. Algunas puntas pequeñas han podido ser obtenidas a partir de lascas o láminas gruesas con percutor duro para las primeras fases de lascado. El retoque sería ejecutado con percusión directa con percutor orgánico blando (Aubry et al. 2007: 110). En la revisión del material de Almoinha, Maíllo Fernández (1999: 196) constata una última fase de retoque a presión  con compresor blando como ya habían avanzado Sonneville-Bordes y Perrot (1954: 334).
Hay evidencias de tratamientos térmicos para mejorar las cualidades de la materia prima antes del retoque durante el Solutrense medio de Caldeirao, Lapa do Anecrial y Vale Almoinha (Zilhâo 1997: 216) y superior de Caldeirao, Laugerie-Haute, Parpalló y, probablemente, Ambrosio (Tiffagom, 1999: 80).
A finales del solutrense medio, y especialmente en el superior, se documenta una fuerte variedad de morfologías de este tipo que ya fue recogida por Smith (1966) en la creación de 13 subtipos. Hemos agrupado estos subtipos de la siguiente manera: puntas simétricas apuntadas en los dos extremos (tipos A normal y B ancha), punta de base convexa (C), puntas de base cóncava (simétrica D o asimétrica E), puntas asimétricas (asimetría ligera M y de tipo Montaut o de muesca oblicua F, asimilable a las puntas de Serinyadell), punta de Badegoule bifacial (G), punta de pedúnculo (H), punta de laurel miniatura (I), punta muy grande u hoja de Volgu (J), punta de base triangular (K), punta alargada y simétrica de bordes paralelos y extremos apuntados o redondeados (L).
De todas ellas vamos a destacar, por su distribución geográfica peninsular localizada, las puntas de Serinyadell desde el Solutrense medio y las puntas de base cóncava en el Solutrense superior.

2.3 El solutrense superior-Solutreogravetiense
Puntas de Serinyadell
Presentan una silueta ovalada con retoque plano bifacial y, en su mayoría, un pedúnculo desviado. Se desarrollan durante el Solutrense medio y se asocian al núcleo de Serinyá, en Cataluña, apareciendo principalmente en los yacimientos de Reclau Viver, l’Arbreda y Davant Pau (Soler i Masferrer 1994: 35).
Se ha señalado también su proximidad morfológica con algunas hojas de laurel de pedúnculo desviado de la Cornisa Cantábrica, en el Solutrense medio y superior de las Caldas –niveles 17 y 8-, Morín y nivel D de Bolinkoba, en Monte Fainha (Portugal) y en el Périgord francés (Laugerie-Haute, Sous Champs y Solutré), (Corchón, 2008:199). Igualmente para Foucher estos foliáceos de Serinyadell, próximos a las puntas de Montaut, configuran un grupo de puntas asimétricas que se expanden desde el País Vasco por el ámbito pirenaico hasta Cataluña, documentándose tanto en yacimientos al aire libre como en cueva o abrigo (Foucher, 2007: 283).

Puntas de base cóncava
Este tipo de punta de laurel se define por la hendedura que presenta en su base configurando su característica silueta. La concavidad, realizada mediante retoque abrupto, facilita el adelgazamiento de la base y, en consecuencia, su enmangamiento. Este recurso técnico ofrece una solución óptima a las piezas manufacturadas sobre lascas laminares de talón espeso, especialmente las fabricadas en cuarcita. Se van configurando mediante el retoque a presión. De la Rasilla y Santamaría (2005: 151) han destacado que el retoque plano cubre toda la superficie de las piezas realizadas en sílex y algunas en cuarcita, si bien, sobre esta última materia es más habitual retocar únicamente la cara superior y levemente la base de la inferior, aunque a veces se añade algún retoque de regularización en otras zonas de esta cara cuando la cuarcita no es de buena calidad. Esta ausencia de retoque sobre la cara ventral de las puntas de cuarcita se debe a que las caras inferiores son más planas al carecer de rotura concoide.
Las puntas de base cóncava son una variante bien conocida de las puntas de laurel que se distribuyen durante el Solutrense superior por la Cornisa Cantábrica, penetrando en Pirineos y SW francés. El yacimiento más oriental es el de la Fuente del Trucho (Huesca). A lo largo de este territorio hay un cambio importante de la materia prima. En Asturias predomina el uso de la cuarcita de grano fino, en Cantabria cuarcita y sílex son empleadas aproximadamente en igual medida y en el País Vasco y Francia se utiliza exclusivamente el sílex. (De la Rasilla y Santamaría 2005: 153-154). 

Puntas de sauce
Estas puntas aparecen en escaso número pero con amplia distribución geográfica por la Península Ibérica y Francia durante el solutrense superior. Más estilizadas que las hojas de laurel, ofrecen una técnica depurada mediante un retoque plano muy regular, generalmente  perpendicular al eje de la pieza. La variabilidad de este tipo, referida a la morfología de la base, tamaño y extensión del retoque, no ha sido plasmada por Smith en sus diferentes subtipos (1966: 54).

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miércoles, 3 de julio de 2024

LAS REPRESENTACIONES INFANTILES DE MANOS EN EL YACIMIENTO DE LA FUENTE DEL TRUCHO (ASQUE-COLUNGO, HUESCA)

Sergio Ripoll López y Francisco J. Muñoz Ibáñez 
Departamento de Prehistoria y Arqueología de la UNED
III Congrés Internacional d’Història dels Pirineus. Actes i comunicacions
La Seu d’Urgell – Andorra la Vella, juny 2017.
Sant Julià de Lòria: Institut d’Estudis Andorrans, 2019, p. 693–798


Introducción
    Las distintas superficies decoradas de la cavidad han sido encuadradas en XXII paneles genéricos que engloban una mayor o menor cantidad de figuras que a su vez tienen un estado de conservación variable. Actualmente el inventario provisional arroja una cantidad de 140 figuras a las que ahora añadimos otras 4. Las representaciones más numerosas en La Fuente del Trucho son las siluetas de manos (30%), seguido por las series de puntos organizadas que suponen un (10%), a continuación se encuentran los équidos (7,85%) y el resto de figuras tienen una menor representatividad.
Vista de la estación de la Fuente del Trucho
    De las cuarenta y nueve manos encontradas en la cueva de la Fuente del Trucho, salvo seis manos negativas pintadas en negro, el resto de las representaciones se realizan con ocre rojo. En este congreso nos centraremos en el conjunto de las tres pequeñas manos pintadas en negro, sin duda pertenecientes a dos niños de corta edad y a un adulto. Las paralelizaremos con siluetas actuales y aplicaremos una metodología puntera basada en el Índice de Manning para establecer su género.
    Las campañas de documentación en La Fuente del Trucho (Asque–Colungo, Huesca), se iniciaron en el año 2000 a raíz de una visita al yacimiento. Inmediatamente se estableció un convenio de colaboración entre el Laboratorio de Estudios Paleolíticos de la UNED y el Museo de Huesca y a su vez procedimos a solicitar el correspondiente permiso y subvención al Servicio de Patrimonio Arqueológico, Paleontológico y Parques Culturales de la Diputación General de Aragón.
   En un principio nos adaptamos a la cuadrícula aérea establecida en la cavidad inmediatamente después del descubrimiento para localizar todas las figuras que se habían localizado a principios de los años 80. A continuación, y partiendo de este elenco preliminar, iniciamos una documentación sistemática de todas las superficies para poder proceder al tratamiento digital de las imágenes y averiguar si todas las figuras identificadas estaban correctamente clasificadas, e intentar comprobar si existían nuevas representaciones. Hemos desarrollado tres breves campañas de documentación en las que se realizaron unas 1200 fotografías digitales y analógicas directas que se traducen en casi 7000 imágenes tratadas digitalmente. 
Preparación de la cueva para las sesiones fotográficas 
   Durante los trabajos pudimos comprobar que la estructura aérea no era del todo fiable ya que con el paso del tiempo se estaba moviendo y destruyendo: por eso optamos por delimitar paneles que se correspondieran con accidentes físicos de la cavidad y de esta forma rehacer todo el proceso de documentación adaptándolo a la nueva metodología.
    Las distintas superficies decoradas de la cavidad han sido encuadradas en XXII paneles, que hemos descrito en otros trabajos y aquí únicamente nos centraremos en el panel xv, que es el que contiene las representaciones de las que nos ocupamos en este estudio.

Panel xv
   Es un panel muy complejo situado en la zona central del techo de la cavidad. La superficie que contiene las distintas representaciones tiene 360 cm. de longitud por 230 cm. de anchura con un buzamiento negativo de 12º hacia el sur y una orientación de 90º con respecto al norte absoluto. Este panel no tiene una delimitación clara ya que gran parte del mismo está
oscurecido por una espesa capa negra posiblemente una mezcla de humo, humedad y manganeso, que sin duda enmascara gran cantidad de figuras. Hasta que no se
proceda a la limpieza sistemática, no creemos oportuno cerrar los límites de este complejo panel que se asocia con las antiguas cuadrículas G-8 y H-8.
Planta del yacimiento con la distribución de los distintos paneles decorados
   Desde el fondo de la cueva hacia fuera, en primer lugar hallamos varias manchas tanto de ocre rojo como de ocre amarillo que de momento no configuran ninguna representación. A continuación hay dos siluetas de manos en negativo realizadas en ocre rojo oscuro. Una de ellas se trata de una mano zurda dispuesta hacia el interior de la cueva mientras que la otra es una mano diestra también orientada hacia el fondo de la cavidad. Superpuestos a la primera de ellas aparecen varias series organizadas de puntuaciones que adoptan una forma semicircular o de segmento de círculo. Seguidamente y desplazándonos un poco hacia el exterior se aprecian gran cantidad de puntuaciones organizadas que pueden individualizarse en tres conjuntos principales y varias decenas de puntos aislados. Una de estas series se superpone a una de las tres manos en negro ubicadas más hacia el exterior. Son las únicas siluetas de manos, casi todas ellas muy pequeñas, y hechas en negro frente a las del resto de la cavidad que están confeccionadas en ocre rojo de distintas tonalidades. En una zona próxima a la visera que delimita el panel por la parte exterior hallamos otra mano izquierda en negativo orientada hacia el fondo de la cueva. La altura desde el suelo a las manos negras es de 140 cm. mientras que la distancia a la mano roja descrita en primer lugar es de 180 cm.
Foto directa de la zona objeto de este trabajo con las manos descritas y las series de puntuaciones que se superponen a las mismas
    La sorpresa surgió al redactar este texto y al analizar con diferentes filtros informáticos y algoritmos específicos las imágenes que teníamos de esta zona. De las tres manos originales pintadas en negro, hemos pasado a 6 y hemos añadido una más en ocre rojo.
Realmente las nuevas manos negras son parciales ya que sólo se conservan alguno de los dedos, al estar recubiertas por el halo negro de las otras manos más recientes. También nos ha sorprendido una silueta -invertida con respecto al resto- que parece responder a una mano en positivo pintada. Como hacemos habitualmente describiremos las siluetas de izquierda a derecha y de arriba abajo.

Mano nº 1
   Pequeña mano con un halo negro de 18 cm. de longitud por 18 cm. de anchura, ligeramente inclinada hacia la izquierda en un ángulo de 33º. 
Se trata de una mano izquierda en la que todos los dedos salvo el nº 1 (pulgar) están replegados. Como veremos luego ha habido numerosas hipótesis sobre manos supuestamente mutiladas. Nosotros pensamos que es una ocultación intencional de las segundas y terceras falanges. La primera no se puede ocultar y siempre está presente. Hemos hecho una exhaustiva medición tanto de la longitud como la anchura de cada uno de los dedos, comprobando la circunstancia que antes comentábamos sobre la flexión de los dedos. En el caso del pulgar, con 3,1 cm. De longitud, pensamos que es un poco corto, pero puede deberse a la postura e inclinación de la mano en el techo y que el halo haya recortado la silueta del dedo ya que debería tener una longitud de unos 4 cm.
Medición de la mano 1
  Las experimentaciones que estamos llevando a cabo desde hace años con las manos paleolíticas, nos ha permitido recopilar una base de datos de más de 24.000 ejemplares de todas las edades y de ambos sexos. Nuestra sorpresa fue que al superponer en el calco la silueta de la mano de una niña (Daniela) de 8 años, únicamente teníamos que rotarla para ajustarla a la mano prehistórica y pudimos comprobar que coincidía al 99% en todas las medidas salvo en la longitud del dedo pulgar. En esta mano no podemos aplicar el índice de Manning para diferenciar si se trata de una mano masculina o femenina ya que los dedos 2 y 4 no tienen toda su longitud. Hemos probado a superponer una mano masculina de un niño de la misma edad y tanto la anchura de la palma como la de los dedos es mayor que en el caso de la niña. También lo hemos intentado con varones más jóvenes y tampoco coincide. Por lo tanto estamos plenamente convencidos que se trata de una mano izquierda femenina de una niña de 8 años.
Medición de las mano 2 y 3
Mano nº 2
  Esta segunda mano es totalmente inédita e inesperada ya que está realizada con una técnica poco común en el arte rupestre. Generalmente las manos en positivo se realizan impregnando la mano con pigmento líquido y luego aplicándola en la superficie. Sin embargo, ésta aparece pintada bastante burdamente. Tiene 11 cm. de longitud desde el inicio de la palma hasta el final del dedo 3 (anular) y 10 cm. de ancho y está invertida con respecto al resto de las que aquí describimos.
    Aparentemente se ha querido representar una mano izquierda ya que el dedo 1 (pulgar) aparece claramente destacado a la izquierda de la figura. El problema es que esta mano tiene seis dedos. Es probable que primero se pintara el óvalo central, correspondiente a la palma y de ahí se pintaron los trazos que representan los dedos. No podemos afirmar si se trata de una mano masculina o femenina, aunque aparentemente la longitud del dedo 2 y 4 son similares y por lo tanto correspondería a una fémina.

Mano nº 3
   Esta tercera mano también es nueva. En realidad es un resto de una mano ya que únicamente conserva 3 dedos, el 1, 2 y 3. Se trata de una mano derecha ya que se distingue con claridad el dedo 1 (pulgar). Está oculta bajo el halo de las manos
nº 1 y nº 4 y es difícil medir el halo que le corresponde. Tiene un buzamiento de 69º hacia la izquierda. Se trata aparentemente de otra mano infantil ya que el dedo 1 (pulgar) tiene una longitud de 3,5 cm. No podemos afirmar si se trata de una mano masculina o femenina ya que no se distingue el dedo 4, pero por el ancho de los dedos que se encuentra entre 1 y 1,2 cm. parece que se podría tratar de una niña.
Medición de la mano 4
Mano nº 4
    Esta mano en negativo ya era conocida desde el descubrimiento de la cavidad en 1979. Se trata de nuevo de una mano infantil o juvenil, aunque lo que la caracteriza es la forma en que está representada. La silueta recuerda un puño cerrado ya que todos los dedos están encogidos y el dedo 5 (meñique) está totalmente oculto. El único dedo evidente es el dedo 1 (pulgar). Tiene un halo de 18 cm. de anchura y 25 cm. de longitud, con un buzamiento de 38º hacia la izquierda. Por el ancho de la palma, de 8,8 m. pensamos que tiene que pertenecer a un niño o a una niña a algo mayor que el de la mano nº 1 ya que al estar encogida la mano, sin duda al extenderla sería un poco más grande. Por otra parte la longitud del dedo 1 (pulgar) nos indica que tiene que ser un joven de unos 15–17 años.

Mano nº 5
    Esta mano también conocida de antiguo era la que estaba situada más hacia la derecha del conjunto. Se trata de una mano derecha en la que el halo de color negro mide aproximadamente unos 25 cm. de longitud y 20 cm de anchura con un buzamiento de 41º hacia la izquierda. En esta silueta todos los dedos están replegados salvo el dedo 1 (pulgar). El dedo 2 (índice) parece que está desplegado pero la longitud de 5,6 cm. no parece corresponderse con una medida de un dedo completo que debería rondar los 7 cm. Tanto la anchura de la palma (12 cm.) como la longitud del dedo completo (5,2 cm.) así como la anchura de los dedos replegados nos lleva a pensar que se trata de un adulto, sin poder afirmar si es femenino o masculino.
Medición de las manos 5 y 6
Mano nº 6
    Esta mano de reciente descubrimiento aparece en el extremo derecho del conjunto. Es difícil de ver ya que se encuentra en parte tapada por el halo negro de la mano nº 5 y sin embargo es la más completa de todas ya que todos los dedos son evidentes. Posee un halo negro de 13 cm. de longitud y 10 cm. de anchura con un ligero buzamiento de apenas 15º hacia la izquierda. El estado de conservación no nos permite medir el ancho de la palma pero sí podemos hacerlo con la longitud y anchura de cada uno de los dedos. El dedo 1 (pulgar) apenas alcanza los 2,8 cm. de longitud que si lo comparamos con el dedo 1 de la mano nº 1, se aproxima bastante. También la anchura de los dedos en torno a 1,5 cm. nos hace pensar que también pueda tratarse de una mano infantil. No se puede comparar con aquella ya que en este caso los dedos están juntos frente a la otra que los presenta separados, pero es muy probable que se trate de la misma mano femenina ya que la longitud de los dedos 2 y 4 es prácticamente idéntica.

Mano nº 7
    Por último y también como novedad presentamos una mano inédita, situada a unos 30 cm. más hacia la boca de la cavidad. Esta silueta está pintada en ocre rojo con un halo de 30 cm. de longitud y 26 cm. de anchura con un buzamiento de 35º hacia la izquierda. Es una mano en la que se distinguen con claridad los cinco dedos. El dedo 1 (pulgar) es el que está peor conservado, mientras que los dedos 2, 3 y 4 se caracterizan por la gran longitud de los mismos que en el caso del dedo 4 (anular) alcanza los 9 cm. (en como la de un varón adulto actual, la media es de 7,8 cm.). El dedo 5 (meñique) aparece en una posición forzada con respecto a los otros dedos. Hemos intentado replicar esta silueta y hemos constatado que la posición no es natural. Cuando la mano está sobre el soporte rocoso, hay que desplazar el dedo meñique con la otra mano para lograr ponerlo en esa posición. La diferencia de longitud entre los dedos 2 y 4 (este último, más largo) nos muestra que se trata de una mano masculina de un adulto. Se trata de un varón de gran estatura ya que la longitud del dedo 4 nos indica que debería medir alrededor de 1,82 metros.
Medición mano 7
    Como síntesis de las manos halladas en la Península Ibérica, podemos concluir que de las cuarenta y nueve manos encontradas en la cueva de la Fuente del Trucho, salvo cinco manos negativas pintadas en negro, el resto de las representaciones se realizan con ocre rojo. Este predominio del color rojo se constata también en el resto de representaciones que podemos encontrar tanto en España como en Francia. En España de las doscientas setenta y una manos identificadas, sin contar las dos supuestas manos de La Pasiega y las dieciséis de Santián, la tonalidad que predomina es la ocre rojo (95,57%) con varias tonalidades, seguidas por las 11 manos con el halo de color marrón (4,05%) de la cueva de la Garma. Con una coloración poco frecuente, encontramos las 4 (1,47%) manos en ocre violáceo de la cueva de Altamira y pintadas con una técnica mixta, única en el arte rupestre paleolítico, hallamos las 3 siluetas-improntas (1,10%) de la cueva de Maltravieso. Por último y con una escasa representatividad, están las 4 manos negras aisladas (1,47%) de la cueva de Ardales y las cinco de la Fuente del Trucho (1,84%). 
    En el país vecino, no se mantiene esta relación, ya que de las trescientas cuarenta y dos manos donde se ha podido identificar el color, ciento veintisiete (37,13%) son de color rojo, doscientas cinco (59,94%) de color negro. Siete se realizan con ocre marrón (2,04%), dos con ocre rojo amarillento (2,04%) y una última mano es de color blanco (0,29%). 
    En Francia se ha podido determinar en trescientas cuarenta y dos representaciones la técnica con que fueron elaboradas. De éstas, trescientas treinta y cuatro (97,66%) son negativas y tan sólo ocho (2,33%) son manos positivas.


Diferentes hipótesis de las manos mutiladas
    La hipótesis de las manos con alteraciones patológicas fue defendida sobre todo por A. Salhy (1966, 1969) basándose en una primera idea de H. Breuil y H. Obermaier. Ante todo hay que explicar que para este autor la idea de los dedos flexionados estaba llena de dificultades, ya que la posición de algunas manos suponen difíciles contorsiones. Sin embargo este investigador, con su formación médica, proponía un amplio catálogo de enfermedades (una quincena) a cual más rara (como puede ser la trombo-angeiitis obliterante, tipo síndrome de Raynaud) para explicar la ausencia de determinadas partes de los dedos. Parece raro que en determinadas zonas, sobre todo de los Pirineos franceses, se concentraran en un momento más o menos dilatado de tiempo todas las enfermedades de las extremidades superiores, teniendo en cuanta su escasa o nula repartición actual aun contando con condiciones climáticas adversas, una nutrición deficiente o incluso con la consanguinidad.


    G. H. Luquet en 1938 propuso en una amplia revisión bibliográfica de las mutilaciones digitales que éstas se podían dividir en dos grandes grupos: por un lado las mutiladas por motivos mágico-religiosos (prácticas de duelo, profilaxis contra las enfermedades y la muerte, ritos de paso o ritos propiciatorios) o bien por motivos mucho más profanos como pueden ser medios de reconocimiento tribal, mutilaciones ligadas al "esclavismo", castigo de delitos, etc.
    Para A. Leroi-Gourhan (1964) esta teoría con paralelos etnográficos en países en los que algunas viudas se cortan las falanges a la muerte de su compañero, se refleja en la bibliografía prehistórica como una curiosa costumbre paleolítica debiéndose posicionar las manos mutiladas dentro del capítulo del folklore científico.
    Nosotros, siguiendo a este último investigador, con el que no estamos de acuerdo en todos sus postulados, pensamos que unos cazadores–recolectores–pescadores y oportunistas de hace unos 20–30.000 años pudieron en algún caso amputarse los dedos para obtener un mayor rendimiento cinegético, pero el hecho de que se repita como un acto consuetudinario no se corresponde con un concepto de economía precaria. Podemos pensar en la existencia de algún tipo de mutilación casual bien por causas mecánicas o por congelación de alguna de las falanges, pero el hecho de que se repita en ámbitos geográficos tan dispares nos induce a pensar en otras causas mucho menos "sangrientas" para explicar su ausencia, como puede ser la existencia de un código o lenguaje críptico por signos.
    Todas las hipótesis a propósito de las manos mutiladas han hecho correr ríos de tinta sin que ninguna de ellas por sí misma pueda explicar de una manera concreta los hechos observados. Por otro lado la novedosa aportación descubierta en Maltravieso (Ripoll et alii, 1999), sobre la ocultación intencional del dedo meñique, introdujo una nueva variable que habrá que estudiar más extensamente no sólo referida a esta cavidad sino también a las restantes.
  Todas éstas son cuestiones que sin duda no tienen una clara solución y que permanecen como otro más de los misterios interpretativos de este arte dejado por nuestros antepasados.
    En el marco de las actividades del Laboratorio de Estudios Paleolíticos (lep) hemos intentado reproducir todas las combinaciones de manos que hay documentadas en el suroeste de Europa. Lo hemos hecho con aerógrafo bucal, con pigmento soluble al agua y en distintas posiciones para comprobar que el halo se adapta a la silueta de la mano. Hemos podido comprobar que TODAS las manos conocidas se pueden realizar con la integridad de la mano. Cuando falta alguna falange es que se han replegado la segunda y la tercera. En las manos prehistóricas siempre está presente la primera falange.

Cronología
   Desde un punto de vista cronológico pensamos que pueden haber existido varios momentos de plasmación de imágenes, fundamentados precisamente en la diversidad de convenciones y su posición en la estratigrafía iconografía.
    Por un lado estaría el amplio repertorio de manos en negativo realizadas en ocre rojo que posiblemente y basándonos en los paralelos existentes en otras cavidades, algunas de ellas datadas objetivamente, puedan ser encuadradas en un horizonte cultural Gravetiense.
    Según la propuesta cronológica del arte rupestre paleolítico de A. Leroi–Gourhan (1966), las manos en negativo, relativamente aisladas, pueden atribuirse a distintos períodos. En la cueva de Gargas (Ariège, Francia) se encuadran entre los estilos ll y lll al igual que otras manos como las del Castillo en Cantabria o como las de Pech-Merle (Lot, Francia). Algunas aisladas, como las de Font-de-Gaume o las de Les Combarelles (Perigord, Francia), podrían situarse en el estilo IV antiguo.
    Las dataciones por C14 han supuesto una revolución para establecer una cronología del arte rupestre, ya que con una mínima muestra se puede conseguir una fecha de gran fiabilidad. En este sentido contamos con las dataciones de 27.110 ± 390 (GIF A 92 409) y 26.360 ± 400 (GIF A 92 349) B.P. para una de las manos negativas negra (MR7) de la Grotte Cosquer (Marsella, Francia) (Clottes et alii, 1992).
    A lo largo de la historia de la investigación de la Grotte de Gargas (Hautes–Pyrénées) diversos autores propusieron la hipótesis de que las manos y las series de grabados pudieran ser contemporáneos, teniendo en cuenta que las figuras incisas habían sido encuadradas por sus paralelos en objetos de arte mueble en un horizonte cultural perigordiense superior o gravetiense (Nougier, 1984). Pero recientemente esta cueva ha entrado a formar parte de las estaciones con figuras rupestres datadas por métodos físico-químicos. A pesar de que algunas manos negativas están pintadas con el halo de color negro, el análisis de pigmentos demostró que éstas se habían realizado con manganeso (Clot, Menu y Walter, 1995) y por tanto no podían ser fechadas. Pero recientemente, al volver a revisar la cavidad pirenaica se produjo el sensacional hallazgo de unas pequeñas esquirlas de hueso en una de las grietas de la cueva muy próxima a una de las manos situada en el panel iv de la sala I. Una vez analizados estos restos óseos mediante el acelerador de partículas se obtuvo una datación de 26860±460 bp (gifa92369) (Clottes et alii, 1992).
    De forma indirecta poseemos otra datación radiométrica, en este caso para la cueva de la Fuente del Salín (Cantabria). Esta cueva tiene una unidad temática restringida a representaciones de manos y el yacimiento hallado en el interior de la cavidad sólo posee un nivel arqueológico. Precisamente en este estrato se encontró un hogar que fue datado en 22340±510 /480 bp (GrN18574) (Moure Romanillo y González Morales, 1992). Si tenemos en cuenta que se trata de un conjunto cerrado se puede inferir que el hogar estuvo encendido cuando se pintaron las manos y por lo tanto la fecha de las mismas debe de ser similar a la del hogar.
  Dado que existen otras dataciones radiocarbónicas que encuadran este tipo de manifestaciones en estadios iniciales del Paleolítico Superior y que las manos siempre aparecen por debajo de otras representaciones, es factible considerar una cronología antigua para las manos de la Fuente del Trucho, posiblemente un Gravetiense. 
  Por otra parte pensamos que el conjunto de grabados del panel XXII posee una cronología similar. Desde el punto de vista estilístico, con un grabado profundo, escasez de detalles, etc., creemos que debe ser situarse en el estilo ii de A. Leroi-Gourhan y por lo tanto en un horizonte cultural de inicios del Paleolítico Superior.
   El resto de representaciones, es decir los zoomorfos e ideomorfos pintados en ocre rojo, dadas las convenciones estilísticas que presentan algunos de ellos, pico de pato, M ventral, despieces detallados, ausencia de determinadas partes del cuerpo intencionalmente omitidas, movimiento, etc., nos inclina a atribuirlos a una fase avanzada del paleolítico Superior en un estilo IV de Leroi–Gourhan y por lo tanto asimilable a un solutrense final o magdaleniense inicial. 
    Por último y de forma aislada tenemos el conjunto de tres manos pintadas en negro y las series de puntos organizados que aparecen en la parte superior de la estratigrafía iconográfica. Posiblemente haya que asociar estas representaciones a la fase final antes descrita ya que las series de puntuaciones organizadas en algunos casos adoptan la configuración de ideomorfos de carácter masculino que cronológicamente se encuadran en el sistema cronológico de A. Leroi–Gourhan en el estilo IV reciente.
    El establecer un marco cronológico para la cueva de la Fuente del Trucho, resulta complejo, precisamente por la ausencia de determinadas superposiciones que por lo menos nos permitan hacer un encuadre estilístico. En definitiva, comprobamos que existe un primer momento encuadrable en el gravetiense. Posteriormente se documentan otras pictografías cuya cronología es aún más imprecisa si cabe, aunque creemos que se posicionaría en un momento transicional entre el solutrense final y el magdaleniense inicial. 
    Hay varias dataciones de las excavaciones llevadas a cabo hace unos años con una gran variabilidad pero dentro de los márgenes que proponemos para la mayor parte de las representaciones de manos. Por otra parte mucho más reciente ha sido la publicación de los resultados de las dataciones de las series de uranio de este mismo yacimiento que sin embargo a nosotros nos parecen demasiado antiguas, como en general las obtenidas por este método. Esperamos que en un futuro próximo las técnicas de datación avancen sustancialmente y permitan la posibilidad de fechar otros materiales que no sólo sea el carbón.

Conclusión
    A lo largo de las páginas precedentes hemos podido apreciar la calidad e importancia de las representaciones de la cueva de La Fuente del Trucho, fundamentalmente de manos. Esta significación viene dada no sólo por el hecho de hallarse aislada en una zona geográfica carente por el momento de otras estaciones con representaciones superopaleolíticas. Esperamos que en breve las autoridades de la Comunidad Autónoma de Aragón consigan resolver los problemas administrativos relacionados con la cavidad y podamos proseguir y concluir el estudio de esta excepcional cavidad. El análisis de la documentación fotográfica con la que contamos y la aplicación de algoritmos específicos nos está aportando gran cantidad de nuevas figuras que nos habían pasado desapercibidas con anterioridad. No se trata sólo de nuevas representaciones de manos, sino de abundantes zoomorfos.

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ABRIGO DEL FORAU DEL COCHO. ESTADILLA

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ARTE RUPESTRE EN ARAGÓN (1998-2018)* CATÁLOGO DE YACIMIENTOS DE HUESCA (110-111), por Manuel Bea Martínez (Coordinador) *Editado por el De...