El arte rupestre paleolítico en Aragón (52-53), por Pilar Utrilla Miranda
*Editado por el Departamento de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de Aragón
En nuestra opinión, el arte parietal de la Fuente del Trucho se enmarca en momentos antiguos del arte paleolítico. En un primer horizonte arcaico, adscribible a un gravetiense, o incluso al auriñaciense a la espera de la datación de las costras que recubren las manos, habría que incluir las representaciones de manos rojas y quizá también las negras, si se aceptara su infraposición a las series lineares de puntos, tema que está en discusión [F. 8]. Estas series, ya sean lineares o complejas y los signos pareados asociados a ellas no deben separarse demasiado de esta cronología, a juzgar por su posición en el primer horizonte de Llonín y en los paneles arcaicos de la parte terminal de La Garma.
Sería también antigua la cabrita, asociada a manos rojas, según la datación por TL y Uth de ejemplares similares procedentes de La Garma y Pondra. Por la misma razón pudieran ser también arcaicos los signos trilobulados del mismo panel, aunque no se descarta que éstos pudieran ser posteriores si el trilobulado ojival se superpusiera al caballo listado, tal como aparece en la figura 12.1..
Sería también antigua la cabrita, asociada a manos rojas, según la datación por TL y Uth de ejemplares similares procedentes de La Garma y Pondra. Por la misma razón pudieran ser también arcaicos los signos trilobulados del mismo panel, aunque no se descarta que éstos pudieran ser posteriores si el trilobulado ojival se superpusiera al caballo listado, tal como aparece en la figura 12.1..
Entre los caballos, podrían catalogarse en torno al Solutrense medio los dos invertidos que se representan en el panel XII y el de morro alargado del panel VII, con base en la ausencia de detalles, la curva cérvicodorsal muy marcada y la convención de las patas en líneas paralelas abiertas, de acuerdo con la secuencia de Parpalló.
En el último horizonte, del Solutrense final, se representaría el friso de los caballos listados con despieces y detalles bien marcados todos ellos con similar aire de familia (paneles VI y VII) y, como se ha comentado, quizá el trilobulado ojival asociado a uno de ellos.
Todas estas etapas cronológicas tienen su representación en la cultura material que ha entregado la excavación del yacimiento [F. 17]. Es más, las dataciones absolutas procedentes de la excavación de Anna Mir, de 22.460±150 y 19.060±80, convienen a la perfección dos de los momentos propuestos para las pinturas (Mir y Salas, 2000) y en modo alguno a las industrias musterienses que ella excavó. Quizá las estructuras de combustión halladas en el lugar donde fueron tomadas las muestras, con postes y cubetas delimitadas por cantos (Mir, 1987), fueran realizadas por los pintores del Paleolítico Superior, quienes habrían perforado los niveles musterienses subyacentes.
Lo que no cabe duda es de que, una vez confirmada con fechas de C. 14 la ocupación gravetiense de la cueva, y quizá también la auriñaciense (como parecen indicar los raspadores en hocico del yacimiento) estaríamos ante un asentamiento al Sur de los Pirineos en una ubicación intermedia entre el poderoso foco de Seriñá en Gerona (La Arbreda, Reclau Viver) y los yacimientos de la Costa Cantábrica, entre los que destaca como protagonista la cueva del Castillo, con su muy antigua cronología. El yacimiento de la Fuente del Trucho sería así un punto clave en la ocupación de la Península por el primer hombre moderno, desplazando hacia el Sur hasta su total desaparición, al Hombre de Neandertal que había habitado la cueva durante las largas etapas de la cultura musteriense.
En el último horizonte, del Solutrense final, se representaría el friso de los caballos listados con despieces y detalles bien marcados todos ellos con similar aire de familia (paneles VI y VII) y, como se ha comentado, quizá el trilobulado ojival asociado a uno de ellos.
Todas estas etapas cronológicas tienen su representación en la cultura material que ha entregado la excavación del yacimiento [F. 17]. Es más, las dataciones absolutas procedentes de la excavación de Anna Mir, de 22.460±150 y 19.060±80, convienen a la perfección dos de los momentos propuestos para las pinturas (Mir y Salas, 2000) y en modo alguno a las industrias musterienses que ella excavó. Quizá las estructuras de combustión halladas en el lugar donde fueron tomadas las muestras, con postes y cubetas delimitadas por cantos (Mir, 1987), fueran realizadas por los pintores del Paleolítico Superior, quienes habrían perforado los niveles musterienses subyacentes.
Lo que no cabe duda es de que, una vez confirmada con fechas de C. 14 la ocupación gravetiense de la cueva, y quizá también la auriñaciense (como parecen indicar los raspadores en hocico del yacimiento) estaríamos ante un asentamiento al Sur de los Pirineos en una ubicación intermedia entre el poderoso foco de Seriñá en Gerona (La Arbreda, Reclau Viver) y los yacimientos de la Costa Cantábrica, entre los que destaca como protagonista la cueva del Castillo, con su muy antigua cronología. El yacimiento de la Fuente del Trucho sería así un punto clave en la ocupación de la Península por el primer hombre moderno, desplazando hacia el Sur hasta su total desaparición, al Hombre de Neandertal que había habitado la cueva durante las largas etapas de la cultura musteriense.
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