ESTADO ACTUAL DE LA INVESTIGACIÓN DEL ARTE RUPESTRE DEL RÍO VERO
Ponencia de Vicente Baldellou. Director del Museo de Huesca. Cursos de Verano. Centro de la UNED de Barbastro 2007.
Ponencia de Vicente Baldellou. Director del Museo de Huesca. Cursos de Verano. Centro de la UNED de Barbastro 2007.
Vicente Baldellou explicando los paneles de la Fuente del Trucho. Arte Paleolítico. Curso 2007. Foto: Toño Clavero. |
No resulta nada fácil trasladar sobre
papel el contenido de una ponencia como ésta, en la que la documentación
gráfica ocupa una parte importante de la misma, a guisa de introducción
imprescindible para sentar las bases empíricas sobre las que sostener el
posterior entramado teórico que constituye el nudo principal de la hipótesis de
trabajo a presentar.
En efecto, la exposición se inicia por
un recorrido bastante detallado a través del grupo de estaciones pintadas
prehistóricas integradas en el Parque Cultural del río Vero. Manifestaciones
artísticas paleolíticas en la
Cueva de la
Fuente del Trucho, levantinas en los covachos de Arpán L,
Chimiachas L, Regacéns, Labarta, Litonares 1 o Muriecho L y un nutrido número
de esquemáticas en múltiples cavidades como Gallineros, Escaleretas, Fajana de
Pera, Lecina Superior, Huerto Raso, Barfaluy, Tozal de Mallata, Quizáns, Artica
de Campo, Malforá, etc., etc. El panorama
se completa con otras representaciones rupestres localizadas en la provincia de
Huesca, bien que fuera de los límites territoriales de la cuenca del Vero
propiamente dicha, tales como los diseños naturalistas de La Raja , en Santa Eulalia de la Peña , o los esquematismos del
Forao del Cocho, en la
Carrodilla , del Remosillo, en el río Ésera, o del Palomarón y
de la Cueva de
Pacencia, en el barranco de Mascún.
Cérvido en las covachas de Arpán. Arte Levantino. |
Es incuestionable que cualquier clase
de investigación sobre Arte Rupestre resultaría incompleta si su campo de
acción se viera restringido exclusivamente a un ámbito geográfico concreto,
como si estuviésemos ante un elemento aislado, autóctono y autosuficiente.
Siempre he defendido la prioridad de los estudios locales y zonales como medio
inexcusable para alcanzar un conocimiento cabal de las características
culturales de un determinado lugar, pero siempre he dicho también que tales
trabajos deben constituir un primer escalón para, una vez culminados y a base
de contar con varios de ellos, llegar a una visión de conjunto bien fundamentada.
Es por ello que la ponencia se adentra
a continuación en un nuevo trayecto, ahora un poco menos minucioso, por otros
parajes aragoneses en los que se han localizado también vestigios pictóricos
atribuibles a épocas prehistóricas: los ríos Martín y Guadalope y las comarcas
de Albarracín y del Matarraña desgranan sus abrigos pintados y nos ayudan a
formarnos una idea general de cuál es la difusión del Arte Rupestre en Aragón y
de cuáles son sus núcleos substanciales.
Si nos encaramos con un mapa de
distribución de las manifestaciones artísticas aragonesas, aparecen a simple
vista algunas cuestiones que será conveniente comentar como paso previo a
entrar en otras disquisiciones:
a) Parece claro que los distintos espacios que encierran
en su interior testimonios pintados prehistóricos no configuran una suma
homogénea, sino más bien un todo diverso y desperdigado.
b) Las áreas de concentración son desiguales en
múltiples aspectos: en la densidad de los yacimientos (por ejemplo, muy
concentrados en el Vero y muy dispersos en el Guadalope); en el propio
contenido pictórico (desde un punto de vista estilístico); en los respectivos
contextos arqueológicos (tema, en mi opinión, íntimamente imbricado con el
aspecto anterior y que será tratado conjuntamente con éste en páginas
posteriores).
c) Las zonas con Arte Rupestre aragonesas están alejadas
entre sí y, al parecer, sin apenas lazos de conexión que las aglutinen. En
realidad, parecen más próximas, física y culturalmente, a otras regiones
colindantes, tal y como sería el caso de Huesca con respecto a Lérida, el del Matarraña
con respecto a Tarragona o el de Albarracín con respecto a Castellón.
d) La provincia de Zaragoza se erige como una vasta
superficie en blanco, ya que, aunque el Prado del Tío Pulido de Caspe se
encuentra dentro de sus confines administrativos, su pertenencia geográfica al
mundo del Guadalope y del Bajo Aragón turolense parece fuera de toda discusión.
Por demás, algunas manifestaciones parietales que se han clasificado como
esquemáticas (Moncín, Mequinenza...) es muy probable que tengan que encuadrarse
en tiempos posteriores, quizás ya plenamente históricos.
e) Las provincias de Huesca y Teruel ofrecen unos focos
de expansión muy diferentes sobre el mapa, pero, en cambio, nos entregan una
cifra muy pareja en cuanto a la cantidad de estaciones pintadas conocidas:
alrededor de las 80.
Parece claro de esta coincidencia
numérica no tiene nada que ver con otros factores que vienen a establecer
enormes diferencias entre estos dos acervos patrimoniales. Tal vez el más
llamativo ataña a la ya aludida diferenciación estilística, pues mientras al
Arte Levantino ocupa en Teruel un 78 % de las representaciones rupestres, en
Huesca se ciñe a un escuálido 15 %. Por el contrario, el Arte Esquemático
predomina con un 85 % en tierras altoaragonesas, mientras que queda constreñido
a un 22 % en las serranías de nuestra provincia meridional.
Covachas de Barfaluy, cerca de Lecina, Arte Esquemático. |
Profundizando todavía más en este
hecho diferencial, cabe decir que el Arte Levantino turolense no sólo es más
abundante que el oscense, sino que también es más rico en sus formas de
expresión y más variado en sus modos de llevarlas a la práctica. Si realmente
existieran fases de desarrollo dentro de las figuraciones levantinas, lo cierto
es que en Teruel estarían representadas todas y cada una de ellas.
Por añadidura, en las cavidades
turolenses se han podido señalar repintados de levantino sobre levantino, bien
redibujando una imagen para “restaurarla”, bien modificándola para
“actualizarla” (transformación de un bóvido en cérvido o de un animal galopante
en estático). En todo caso, se perciben acciones encaminadas a dilatar en el
tiempo la “funcionalidad” de los dibujos naturalistas.
Tal circunstancia no tiene su reflejo
en la provincia de Huesca, donde lo levantino muestra una variabilidad muy
limitada y donde las interferencias sobre este tipo de arte son siempre de
índole esquemática. Es decir, no existen las “reconversiones” de diseños
levantinos mediante intervenciones “todavía levantinas”, del mismo modo que en
Teruel son menos abundantes las intromisiones esquemáticas.
Ciervo de Chimiachas. Arte Levantino. |
Sintetizando, diríamos que en la
provincia de Teruel el Arte Levantino es extenso, tanto en cantidad como en
tipología y en pautas evolutivas, lo que no haría otra cosa que reflejar una
larga pervivencia de este estilo pictórico en su espacio geográfico. Por
contra, en la de Huesca es escaso y con pocas variaciones gráficas, lo que
permite sospechar una duración mucho menos prolongada.
Con el fin de explicar las raíces de
esta confrontación entre ambos contenidos artísticos, me decidí a centrar mis
trabajos en dos territorios concretos bien estudiados: el interfluvio Vero / Ésera
en Huesca, muy batido por el equipo de investigación del Museo de Huesca, y la
comarca del Matarraña en Teruel, zona asimismo muy examinada por los equipos de
excavación de la
Universidad de Zaragoza.
En estos sectores más reducidos, las
diferencias siguen siendo las mismas que las detectadas en términos generales:
supremacía absoluta de lo esquemático en el interfluvio, con más de cincuenta
abrigos pintados en una muy reducida superficie de terreno, y preponderancia de
lo levantino en la comarca, más aún si consideramos que las desaparecidas
figuras de las Caídas de Salbime despiertan muchas dudas respecto a su segura adscripción
dentro del Arte Esquemático, o que las todavía existentes de la Fenellosa se ubican en
un ambiente físico de montaña totalmente distinto al de las restantes
estaciones conocidas, bien que administrativamente pertenezcan en efecto al
Matarraña al igual que las otras.
¿Dónde radican las razones principales
que han podido dar lugar a semejante dicotomía?. Si contemplamos un mapa arqueológico
de la zona del Vero y del Ésera, podremos comprobar que los yacimientos de
ocupación más importantes que se encuentran alrededor de las pinturas rupestres
son cuevas de habitación estable con niveles de asentamiento humano filiables
en el Neolítico pleno; es decir, se trataba de unas poblaciones que se encontraban
plenamente inmersas en una economía de producción basada en las prácticas
agrícolas y pastoriles. Como ejemplos se podrían citar las cuevas de Chaves, de
la Puyascada ,
de la Miranda
y del Moro. También la del Forcón, aunque ésta desempeñase un cometido
funerario.
Esquemático, Covachas de Barfaluy (Lecina). |
Resulta crucial indicar que poseemos
un sólo caso de aculturación, entendiendo ésta como la simple introducción de
algún elemento material propio del Neolítico en un contexto cultural dominado
por una conducta económica todavía cazadora y recolectora. Es decir,
aculturación sería sinónimo de impregnación somera, y se produciría a través de
simples objetos intrusivos que no significarían cambio alguno en el
comportamiento de raigambre epipaleolítica de una determinada comunidad. La
muestra la tenemos en Forcas II, insistiendo especialmente en el hecho de que
dicha aculturación se produjo en una fecha muy temprana, en el 4990 a . C. (sin calibrar).
En el 4600 a . C., Forcas II y sus
alrededores (Cueva del Moro) tenían por completo asumidas las directrices
económicas del Neolítico pleno, en tanto que la estratigrafía de la Cueva de Chaves nos
demuestra la presencia de grupos plenamente neolitizados desde casi el inicio
del V milenio anterior a nuestra Era y prácticamente a todo lo largo de su
entera duración.
Otra particularidad de considerable
relevancia la constituye la relación directa que ha podido establecerse entre
el Neolítico pleno y el Arte Esquemático: en las cuevas de Chaves y de la Miranda y en los abrigos
de Remosillo y de Huerto Raso, los respectivos depósitos arqueológicos,
perteneciente a dicho estadio cultural, se encuentran inmediatamente al pie de
los paneles pintados con esquematismos o justamente al frente de los mismos.
Esquemático de los abrigos de Remosillo (La Puebla de Castro). Fuente: http://puebladecastro.blogspot.com |
Dicha relación se ha visto reforzada
en gran manera gracias a la aparición de los guijarros pintados de la Cueva de Chaves, los cuales
reproducen motivos análogos o muy parecidos a los esquematismos parietales,
pero sobre un soporte mueble como son los cantos rodados. Ello permite su
datación exacta según su posición estratigráfica dentro de los niveles de
ocupación, pudiéndoseles atribuir una cronología centrada en la primera mitad
del V milenio para la mayor parte de los recuperados hasta ahora.
Si regresamos al entorno del Matarraña
turolense y consultamos su mapa arqueológico, estaremos en condiciones de
apreciar que el panorama ha variado considerablemente: los yacimientos vecinos
a las pinturas rupestres son simples abrigos o viseras de ocupación temporal,
habitados por grupos de cazadores y recolectores epipaleolíticos.
Tras un largo periodo de asentamiento
sobre el territorio, en un momento dado estas comunidades depredadoras empezaron
a recibir aportaciones materiales neolíticas, entre las que cabría destacar la
cerámica cardial. Sin embargo, los usos económicos ancestrales no sufrieron
modificación alguna, continuando con el ejercicio de las costumbres cinegéticas.
Así pues, nos hallaríamos ante un nuevo ejemplo de aculturación, pero teniendo
muy en cuenta que la misma se produjo a partir del 4500 a . C., es decir, nada
más y nada menos que quinientos años después que en Forcas II.
La plena neolitización fue también
tardía en términos relativos, ya que no tuvo lugar nunca antes del 4000 a . C., es decir,
seiscientos años, como mínimo, después que en Forcas o incluso novecientos años
después que en Chaves. La anticipación de la implantación del Neolítico en
tierras altoaragonesas es realmente notable en comparación con lo que ocurrió
en los pagos turolenses, lo que constituye, sin duda, un dato a retener.
Por otro lado, en la comarca del
Mataraña o en sus alrededores, la relación directa entre manifestaciones
rupestres y contextos arqueológicos se ocasiona, a diferencia de Huesca, entre
el Arte Levantino y el Epipaleolítico de facies geométrica, tal y como ha
podido constatarse en Secáns o en el Prado del Tío Pulido, donde los niveles pertenecientes
a dicha fase (afectada o no por matices aculturacionistas) descansan en la base
de las paredes rocosas que contienen las figuras naturalistas.
Tras esta exposición abreviada de los
visos diferenciales que personalizan los caracteres culturales de ambos ámbitos
geográficos en un mismo estadio temporal, es lícito pensar que se pueden
extraer de ellos una serie de conclusiones que nos llevarán progresivamente a
la formulación final de la hipótesis de trabajo:
a) Donde abunda el Epipaleolítico geométrico, aculturado
o no, hay Arte Levantino, mientras que donde abunda el Neolítico pleno y
antiguo hay Arte Esquemático.
b) Aunque parezca una perogrullada, también puede
decirse que donde hay poco Neolítico antiguo hay poco esquemático y que donde
hay poco Epipaleolítico hay poco levantino.
c) El hecho de que haya poco levantino y poco
Epipaleolítico en Huesca y poco Neolítico antiguo y poco Esquemático en Teruel
sólo puede explicarse a través de un proceso de neolitización cuyo desarrollo
marca serias diferencias entre uno y otro territorios.
d) En Huesca la neolitización es precoz con respecto a
Teruel y esta pronta implantación del Neolítico pleno comporta una ruptura
radical de pretéritas conductas culturales, económicas y artísticas.
e) En Teruel la neolitización plena es tardía y
esporádica y, aunque se documenten casos de aculturación, parece seguro que
ésta no acarreó en absoluto los mismos cambios que significó para Huesca la
entera adopción de los nuevos usos económicos.
f) La neolitización
temprana en Huesca daría lugar a una finalización igual de temprana para el
Arte Levantino, mientras que la neolitización tardía en Teruel proporcionaría
un margen cronológico mucho mayor a la perduración del mismo.
g) En consecuencia, el Arte Levantino pudo desarrollarse
en Teruel durante mucho más tiempo, seguramente más de mil años si nos atenemos
a los datos que en estos momentos estamos en condiciones de barajar.
h) En consecuencia también, en Huesca se tendrá que
atribuir al advenimiento de los colonos neolíticos la llegada y la posterior
expansión del Arte Esquemático.
Ergo: todo ello viene a decir que el
Arte Esquemático es la forma de expresión plástica de los agricultores
neolíticos y que el Arte Levantino lo es de los cazadores y recolectores epipaleolíticos,
bien que este último pueda pervivir en distintos lugares hasta alcanzar etapas
cronológicas sobradamente neolíticas.
Barbastro, 20 de diciembre de 2014
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